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SuperligaCon gol olímpico incluido, Gimnasia apabulló a Newell’s

Contín, Caire, Tijanovich y García marcaron los tantos del Lobo, que ganó 4-0 y sumó tres puntos vitales en el Coloso.

“Gracias a todos por venir, por este regalo, por este recibimiento. Mañana cumplo años y lo voy a compartir con ustedes”. Conmovido por la calurosa bienvenida, mirando las tribunas con ojos vidriosos, Diego Maradona​ renovaba su relación de afecto con la gente de Newell’s, la misma que se inició la noche del 7 de octubre de 1993, cuando debutó como jugador del equipo rosarino. De paso fugaz por el club, el astro nunca fue olvidado por aquellos que laten en Rosario con los colores rojo y negro.

La gente esperó ese día para tributarle su amor eterno. Y él devolvió esa muestra de afecto incondicional con mil gestos. Saltó cuando la gente cantaba, se abrazó con viejas glorias del club que lo recibieron en el medio de la cancha –Roque Alfaro, Roberto Sensini, Ricardo Giusti, Fabián Basualdo, Alfredo Berti o Juan José Rossi– y hasta se permitió chicanear al eterno adversario. Aunque sin nombrarlo.

 

“Los voy a tener grabados en mi memoria. A lo mejor algún día vuelvo a esta cancha. No me interesa calentar a los de enfrente, no me importa, yo soy leproso”, les regaló. La gente en las tribunas bramaba.

Diego recibió una camiseta con el número 10 en la espalda y el brazalete de capitán de manos de Maximiliano Rodríguez, uno de sus soldados en la selección que disputó el mundial de Sudáfrica. Dos obras de arte y el cariño de la gente en una recorrida que se permitió para saludar en los cuatro costados completaron la ceremonia.

En Rosario lo trataron como un rey. Si hasta dispusieron un sillón especial para él junto al banco de suplentes para que se sentara allí y no debiera bajar o subir para dar indicaciones o ver las acciones del encuentro.

El partido parecía una simple excusa para ese reencuentro. Y los jugadores de Newell’s, ya no su gente ni sus dirigentes, se encargaron de completar el agasajo. El equipo local fue una caricatura, un adversario de cotillón que le permitió a Gimnasia alcanzar una goleada histórica. Aire fresco en su complejo camino para mantener la categoría y el mejor obsequio para un Maradona que está empeñado en alcanzar una nueva hazaña deportiva en su carrera.

Gimnasia​ alcanzó una goleada necesaria e impensada en Rosario. Antes de que llegara la ráfaga de goles en el segundo tiempo, de que la disputa se clausurara cuando todavía al partido le restaba más de media hora, ya había sido superior en el juego.

Desde el comienzo salió a presionar a Newell’s en la salida y le propuso un partido incómodo. El tanto de Contín –con colaboración de un desvío en Gentiletti– justificaba lo que se vio en el primer tiempo. El local, impreciso y desordenado, nunca pudo elaborar juego.

Pero lo mejor de Gimnasia y lo peor de Newell’s estaba por venir. El equipo de Maradona anotó tres goles en once minutos. Ayala, García, Tijanovich, Contín eran figuras de un Gimnasia con un rendimiento alto y parejo, que aprovechó todos los regalos que le ofreció un Newell’s desenfocado.

Hasta un gol olímpico -ejecutó Matías García y colaboró un rival en el primer palo con un yerro- se permitió Gimnasia en una noche de ensueño.

A pesar de estar 4 a 0 Gimnasia nunca bajó la intensidad y la impotencia de Newell’s fue clara: en el segundo tiempo, estando en desventaja, nunca comprometió a Arias. Al equipo de Diego le alcanzaron 56 minutos para cerrar un triunfo contundente y revitalizador.

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