Con la muerte de la Reina el príncipe Carlos se convertirá en la nueva cabeza de la monarquía británica, una institución que en los últimos años ha tenido que lidiar con polémicas situaciones, que incluyen desde un escándalo sexual hasta acusaciones de racismo y maltrato.
La reina Isabel II, de 96 años, falleció este jueves 8 de septiembre de 2022 en el Castillo de Balmoral. Tras su muerte, el príncipe Carlos de Gales, el hijo mayor de la soberana y el primero en la línea de sucesión al trono, se convertirá en el nuevo titular de la Corona británica.
Desde 2015, la sucesión al trono británico sigue las reglas de la primogenitura absoluta: tienen preferencia los hijos nacidos en primer lugar con independencia de su sexo. Hasta esta fecha había seguido las reglas de la primogenitura, pero con preferencia del varón sobre la mujer: tenían prioridad los hijos sobre las hijas y los hermanos sobre las hermanas.
El segundo en la línea de sucesión es el hijo de Carlos, el príncipe Guillermo y le siguen sus hijos en orden de edad: el príncipe Jorge de Cambridge, la princesa Carlota de Cambridge y el príncipe Louis de Cambridge.
Los primeros cuatro individuos (de 21 años de edad o mayores), en la línea de sucesión, así como el consorte del soberano, en este caso sería Camilla de Cornualles, pueden ser nombrados Consejeros de Estado. Los consejeros de Estado son individuos que desempeñan algunos de los deberes del monarca mientras se encuentra fuera de la nación o temporalmente incapacitado.
Del caso Epstein al Megxit
No será una tarea fácil para Carlos, que en el último tiempo estuvo cada vez más involucrado en un papel como corregente de facto por los problemas de salud de la reina, llenar los zapatos de su madre, quien gozaba de una enorme popularidad. En cambio, el futuro monarca, de 73 años, se ha visto envuelto en una serie de escándalos el último año que mancillaron su ya debilitada imagen.
En junio de este año, The Sunday Times sacó a la luz una historia sobre las millonarias donaciones en efectivo realizadas al príncipe Carlos en 2011 y 2015 por el jeque Hamad bin Jassim bin Jaber Al Thani, magnate y exprimer ministro de Qatar. Los fondos fueron recibidos por el Prince of Wales’s Charitable Fund, una fundación que gestiona varias organizaciones benéficas dedicadas a “buenas causas”, como la educación, la protección del medio ambiente, la salud y la inclusión social. Aunque la residencia real, Clarence House, insistió en que todo se ha hecho en pleno cumplimiento no solo de la ley sino también de las costumbres y estatutos, fue suficiente para que la Comisión de Caridad inicie una investigación.
Un mes más tarde, el príncipe Carlos volvió a ser protagonista de un nuevo escándalo. El domingo 31 de julio se dio a conocer que en 2013 aceptó una donación de un millón de libras esterlinas (1,19 millones de dólares) para su fondo de caridad de la familia de Osama Bin Laden, el líder terrorista fundador de Al Qaeda, asesinado en un bombardeo estadounidense en Pakistán dos años antes, según reveló el medio The Sunday Times.
Varios de sus asesores instaron a Carlos a no aceptar la donación del patriarca de la familia Bakr bin Laden y de su hermano Shafiq –medio hermanos del líder terrorista Osama–, según fuentes citadas por el periódico. Clarence House, a pesar de las advertencias, confirmó que hubo una donación. Dijo que la decisión de aceptar el dinero la tomó la junta directiva de la organización y no el mismo Carlos, “y se realizaron todos los procedimientos debidos para aceptar esta donación”.
Pero el desencanto con el príncipe Carlos no es una sensación nueva. Su tormentosa vida amorosa, bajo el escrutinio por años de los británicos, ha empujado a muchos a tomar partido por la difunta Lady Di, una activista y filántropa, quien superó su rol de aristócrata y miembro de la corona inglesa. Gracias a su trabajo solidario, su personalidad la llevó a ser una de las mujeres más queridas en el mundo.
Pero Carlos no es el único de la familia real que ha dado que hablar en los últimos años. Su hermano menor, el príncipe Andrés, duque de York y noveno en la línea de sucesión al trono, se vio envuelto en un escándalo sexual y de pedofilia de alto perfil, conocido como el caso Epstein, que sacudió a la élite neoyorquina y que lo obligó a retirarse de la vida pública en 2019.
Andrés es el tercer hijo y el segundo hijo varón de la reina Isabel II, y de quien se dice que era su favorito. Incluso dos días después de que se conociera su estrecho vínculo con el multimillonario y depredador sexual Jeffrey Epstein y de que saliera a la luz una fotografía del duque de York con Virginia Giuffre, una mujer estadounidense que luego interpuso en su contra por supuestamente haber abusado de ella en 2001, cuando tenía 17 años, la monarca no dudó en salir a montar a caballo con él en el castillo de Windsor, donde fueron fotografiados.
Otro escándalo que mantuvo en vilo a los británicos es la retirada de sus deberes reales como miembros de alto rango de la familia real británica del príncipe Harry y su esposa, la actriz norteamericana Meghan Markle, un episodio conocido como “Megxit”.
La decisión fue anunciada el 8 de enero de 2020, en un comunicado en el que los duques de Sussex expresaron sus deseos de mudarse a Estados Unidos y de independizarse financieramente. Cuatro días después, la reina Isabel II lamentó el hecho y expresó el apoyo de la familia real a la decisión, anunciando una transición para resolver cuestiones de seguridad y supresión de los fondos públicos que reciben los duques. La decisión produjo una crisis en la familia real y reabrió el debate público sobre el papel de la monarquía en los tiempos actuales.
Pero el asunto no quedó allí. Un año más tarde, los duques de Sussex concedieron a Oprah Winfrey una explosiva entrevista en la que Meghan habló de las presiones en palacio, de racismo, de salud mental, de la dinámica de la familia real y de su pelea con Kate Middleton.
La actriz norteamericana describió su etapa como miembro de la realeza como algo casi imposible de “sobrevivir”. “Simplemente ya no quería seguir viva”, dijo Markle, que añadió que se sintió “avergonzada” de confesárselo al príncipe Harry, su esposo e hijo de Diana de Gales, por las grandes “pérdidas que ha sufrido”.
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