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Rugby Cambió la historia: Mariángeles Mansilla, la primera mujer dirigente de la URBA

El rugby es el deporte que más se ha resistido a los cambios por fuera de los reglamentos del juego. Recién en 1995 aceptó oficialmente el profesionalismo y sólo en 2016 volvió a los Juegos Olímpicos tras 92 años de ausencia en los que argumentó, fundamentalmente, que era mejor no mezclarse con el negocio.

Pero cuando empezó a mirar hacia afuera y vio que una de las formas de crecer en todo sentido -también con el dinero- era ingresar en el mundo olímpico, la dirigencia de la entonces International Rugby World (hoy World Rugby) se vio forzada a otro cambio vital: incorporar al juego a las mujeres. Sólo con los hombres, el COI le cerraba la puerta.

En la Argentina esos movimientos demoraron un tiempo aún más largo. Si bien el proceso de profesionalización doméstico arrancó en 2008, el hecho concreto se produjo en 2016 con la contratación directa de un grupo de jugadores para Jaguares. Ahora llega otro paso: por primera vez en la historia de la URBA, una mujer ocupa un cargo directivo. Mariángeles Mansilla es la protagonista. Desde la semana pasada está a cargo de la subcomisión de rugby femenino.

La UAR, atenta con lo que sucede con otras Uniones, había generado un cambio de paradigma nombrando a Sol Iglesias como gerenta general de la entidad, puesto que aún ocupa y también con una silla en el Consejo de World Rugby representando a la Argentina. Simultáneamente, se empezó a darle más importancia al juego practicado por las mujeres, aunque todavía no sólo se está lejísimos de un ideal, sino de lo que viene ocurriendo en el resto de las potencias. Inglaterra, por ejemplo, tiene cada vez más jugadores y con más peso en las decisiones, mientras que la WR lanzó un plan 2017-2025 que está dando números que indican que en las temporadas 2018-2019 hubo un incremento de 30% de mujeres jugando al rugby.

 
Mariángeles Mansilla jugando para SITAS y pasando la pelota
Mariángeles Mansilla jugando para SITAS y pasando la pelota

El crecimiento cada vez más sostenido de las mujeres en el fútbol, con jugadoras que trascienden incluso al deporte, como la estadounidense Megan Rapinoe, de alguna manera empuja al rugby, ya que ambos deportes tienen un antiguo y fuerte componente machista. El rugby aún corre de atrás, pero en Nueva Zelanda, donde el próximo año se celebrará la Copa del Mundo, es natural la presencia activa de la mujer, con situaciones que aquí hoy por hoy son impensadas: una mujer, Rikki Swannell, es una de las relatoras de televisión en el Súper Rugby.

 
Las hermanas Mansilla, felices después de una jornada de rugby
Las hermanas Mansilla, felices después de una jornada de rugby

Mariángeles Mansilla cumplió 27 años el 22 de marzo. Tenía 21 cuando pisó por primera vez una cancha de rugby. Fue en SITAS, a cuatro cuadras de su casa, en El Palomar. Lo hizo para acompañarla a su hermana menor, Iara, quien era la que quería jugar. «Pero como ella tenía 15 años y a esa edad no se compite, por lo cual tenía que esperar hasta los 18, no la aceptaron. Entonces, me preguntaron a mí si no me quería quedar, ya que eran pocas. Acepté y nunca más me fui», cuenta en una entrevista con LA NACION.

«Hay un desafío muy importante y que tiene que ver con las cuestiones de género; de que en los clubes se cumpla con la Ley Micaela (capacitación obligatoria en género) y de ir terminando con el machismo que hay en el rugby». Mariángeles Mansilla, dirigente de rugby

Jugadora en SITAS (centro, después de ser wing y medio scrum), entrenadora de infantiles en el mismo club y ahora dirigente, Mansilla se plantea objetivos bien concretos: «Cuando termine la pandemia tendremos que tratar de retener a la mayor cantidad de jugadoras posibles, porque esto ha perjudicado a todos por igual. Después, claro, vendrá un proceso de continuar e intensificar la búsqueda de más jugadoras y que haya más clubes con mujeres jugando. Pero hay otro desafío muy importante y que tiene que ver con las cuestiones de género; de que en los clubes se cumpla con la Ley Micaela (capacitación obligatoria en género) y de ir terminando con el machismo que hay en el rugby».

Si bien desde la UAR se han incrementado los fondos para el rugby jugado por mujeres (el año pasado se disputó el Nacional de Clubes, por ejemplo) y eso provocó un aumento de jugadoras, todavía se está muy lejos en números. La URBA es la Unión que más inscriptas tiene y el año pasado contó con 580 para 20 equipos. «No tenemos difusión y eso es lo que más necesitamos. Ni siquiera sale una línea o una mención en la televisión de nuestros resultados. Yo veo que en otros países no es así», agrega Mariángeles.

 
El lanzamiento del torneo femenino: arriba, la antepenúltima, Mariángeles Mansilla
El lanzamiento del torneo femenino: arriba, la antepenúltima, Mariángeles Mansilla

La nueva dirigente de la URBA ve como una noticia importante la reciente designación de Bárbara Pichot como coordinadora del rugby de mujeres en Sudamérica. «Ella conoce bien nuestra realidad, porque nos ha acompañado en estos últimos años, viniendo a los entrenamientos y a los partidos, y también recorriendo el país, así que creo que nos puede ayudar mucho». Pichot se presentó al concurso que lanzó la Confederación Sudamericana y quedó elegida. Su misión será hacer crecer a las mujeres en la región.

Mansilla es profesora de educación física y trabaja en varios clubes. Siempre hizo deportes. Pasó por el handball, el cestoball, el hockey sobre césped y el triatlón. «Nunca me había fijado mucho en el rugby. Mi hermana era la que siempre hablaba en casa, pero mi mamá le decía que no era un deporte para mujeres, que era muy violento, así que cuando cumplió 15, le dije que como regalo la iba a llevar a jugar. Nosotros somos socias de SITAS y allí había un equipo, así que fuimos. Era una época en que las mujeres sólo jugaban seven. El día que fuimos eran 7.», recuerda con alegría.

Me quedé por el equipo. Por el cariño que recibí de las chicas. No hubo una situación del juego que me haya seducido, sino el espíritu que encontré

Mariángeles Mansilla y el porqué practica rugby

«Me quedé por el equipo. Por el cariño que recibí de las chicas. No hubo una situación del juego que me haya seducido, sino el espíritu que encontré», añade. Mariángeles tuvo que sufrir -y todavía siguen ocurriendo estas situaciones- desplantes y descalificaciones. Escuchó en este tiempo «no te sientes acá porque estamos hablando de rugby» (en terceros tiempos) o «vos sos mujer, no sabés de esto». En amplia mayoría de hombres, pero también de mujeres. «El machismo también lo tenemos que trabajar entre nosotras», asevera.

Será importante que ella y más mujeres participen del programa de Formación Integral y Mejora del Comportamiento (FIMCO) que lleva adelante la URBA y en el cual se debaten las cuestiones de género. Hablar de esa problemática sólo entre hombres es como rodar en un círculo.

Deconstruir es, al fin y al cabo, uno de los objetivos que perseguirá Mariángeles Mansilla, a quien la cicatriz que lleva en el pómulo derecho se le funde con sus gruesas cejas morochas. No es una marca del rugby, sino de una mordedura de perro de cuando era chica. También buscará llenar el hueco que en su momento postergó a su hermana. «Tenemos que encontrar competencia para las chicas de entre 14 y 18 años. Hoy si una llega a esa edad, se tiene que ir a otro deporte», advierte. Iara Mansilla vio cómo su hermana se quedaba en el rugby y esperó. Hoy juegan las dos juntas en SITAS.

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