Jair Bolsonaro finalmente habló al país por primera vez desde las elecciones que perdió el domingo frente al líder del PT Luiz Inacio Lula da Silva, pero para condenar en términos tibios los bloqueos de las rutas del país por los camioneros que reclaman un golpe militar contra el resultado del comicio.
Bolsonaro no habló del resultado ni felicitó al ganador. No concedió personalmente el triunfo de su oponente. Solo señaló: «Seguiré cumpliendo la Constitución», de lo que se dedujo que aceptaba su derrota.
La Constitución en su primer artículo demanda que se respete la voluntad popular.
Pero luego fue su ministro de la Casa Civil, el jefe de Gabinete, Ciro Nogueira, quien anunció que el mandatario autorizó el inicio del proceso de transición, es decir su salida el poder.
Todo demasiado complejo para algo tan sencillo como convalidar una victoria y asumir una derrota. Bolsonaro prefirió señalar la importancia de los mas de 58 millones de brasileños que lo votaron y repudió que lo traten de antidemocrático.
«Los actuales movimientos populares son fruto de indignación y sentimiento de injusticia por cómo se dio el proceso electoral», dijo el presidente.
«Las manifestaciones pacíficas siempre serán bienvenidas, pero nuestros métodos no pueden ser los de la izquierda, que siempre perjudican a la población, como invasión de propiedad, destrucción de patrimonio y cercenamiento del derecho a ir y venir», remarcó.
«Siempre fui rotulado como antidemocrático y, al contrario que mis acusadores, siempre jugué dentro de las cuatro líneas de la Constitución», aseguró el mandatario, en un breve discurso en el que se lo notó tenso.
«Nunca hablé de controlar o censurar a los medios y las redes sociales. Mientras sea presidente de la República y ciudadano, continuaré cumpliendo con todos los mandatos de nuestra Constitución», agregó.
Pero su comentario de este martes fue resultado de una multiplicada presión de los jueces de la Corte Suprema y de buena parte de sus ministros para que reconociera de una vez el fallo electoral que fue ampliamente aceptado por sus propios aliados políticos, además de todas las instituciones del país. Esa demanda también escaló ante la generalización de los cortes carreteros.
El discurso y las protestas
El formato del discurso, sin embargo, abrió dudas sobre el impacto que puede tener el mensaje para desactivar las protestas de los transportistas, alineados de modo fanático con Bolsonaro y que afirman que la elección fue fraudulenta.
Demanda que se impida incluso por la vía armada, que Lula asuma el 1 de enero. El golpismo de esos sectores es mucho más intenso en el sur del país donde el voto al presidente fue muy amplio.
En la mañana había más de trescientos bloqueos en 24 estados del país organizados por células de fanáticos bolsonaristas que rechazan el resultado de las elecciones del domingo y llaman a un golpe militar que evite la asunción de Luiz Inácio Lula da Silva que ganó claramente las elecciones.
«Las manifestaciones pacíficas siempre serán bienvenidas, pero nuestros métodos no pueden ser los de la izquierda, que siempre perjudican a la población»
La operación golpista incluye una lluvia de fake news en las redes, con falsas atribuciones a medios internacionales incluyendo Clarín, sobre el “descubrimiento” de “un gigantesco fraude” y la revelación de que el mandatario está llamando a movilizar a los militares.
Son mentiras comprobables rápidamente, el resultado de las elecciones fue reconocido por todos las instituciones brasileñas, incluidos los comandos militares.
La actitud del mandatario se había hecho más chocante después de que su vicepresidente, el general Hamilton Mourao, felicitó al vicepresidente electo Geraldo Alckmin por la victoria de Luis Inacio Lula da Silva en el comicio.
Mala educación y mal perdedor
Los medios, incluso aquellos más críticos del PT y amables con la gestión del mandatario derrotado, han señalado como un acto de “mala educación” y de mal perdedor el rechazo del Jefe de Estado al reconocimiento público del resultado de las elecciones.
La situación exhibía extremos extravagantes. Se llegó a afirmar aquí que Bolsonaro entró en crisis personal cuando supo de su derrota por la escasa diferencia 1,8% frente al líder del PT.
No pudo dormir en la noche del domingo al lunes, pero lo más llamativo de sus quejas es que reprocha que fue perjudicado adrede por la justicia debido a que liberó el pago de boletos en el transporte público, el día de la elección.
Según Bolsonaro eso permitió a los votantes de bajos ingresos llegar a los locales para emitir su sufragio lo que amplificó la base de apoyo de Da Silva.
El día de las elecciones, la policía de carreteras realizó centenares de procedimientos en las rutas no autorizados por la justicia, deteniendo autobuses precisamente para dificultar la llegada de los electores a las mesas de votación. El episodio produjo un escándalo judicial esa jornada con demandas del PT para que arresten a la cúpula de esa fuerza.
La crisis tuvo un costado de culebrón cuando la primera dama, Michelle Bolsonaro, decidió salir a desmentir que esté en crisis su matrimonio con el presidente debido a la derrota.
El mandatario de 67 años se casó con Michelle de 40 en 2013. La pareja tiene una hija, Laura. Ferviente devota evangélica, la primera dama hizo su propia campaña electoral rezando con pastores y mujeres y proclamando que la Biblia sostiene “que hay que votar por la derecha”. Últimamente ha publicado fotos sonrientes con un joven peluquero y una amiga.
En la noche del lunes, parte del gabinete y familiares del mandatario lo contenían y trataban de convencerlo para que haga un discurso al país con el reconocimiento del resultado. «Cuanto más tarde peor», se le ha dicho.
Un amigo de Bolsonaro reveló a la prensa local que el jefe de Estado está deprimido y resiste hablar sobre su futuro y el destino de la gigantesca masa superior a los 58 millones de votos, casi el 50% del país, que recogió el domingo.
Un tentador universo electoral que está agitando la imaginación de una legión de políticos que pretenden relevar a Bolsonaro y apropiarse del liderazgo opositor con esa enorme masa de disidentes.
Los ministros, entre ellos el de Economía Paulo Guedes y el de la Casa Civil (jefe de Gabinete) Ciro Nogueira, quien ya tomó contacto con el PT para organizar la transición, elaboraron un texto a consideración de Bolsonaro.
En ese papel, el presidente reconoce el resultado, pero eleva quejas por maniobras que, en su opinión lo perjudicaron, entre ellas la relacionada con la liberación del transporte público, una práctica común en las elecciones.