El equipo de Martínez sigue sin encontrar el juego y está afuera de los clasificados en su grupo. Perdió su invicto y llega mal al cruce con River.
Boca no arranca. Lanús era una gran prueba, a días del superclásico, para que Diego Martínez sintiera seguridad de sus once hombres. El equipo desaprobó: fue 1-2, por los goles de Walter Bou y Augusto Lotti para el Granate. ¿A rescatar y profundizar en la semana? La energía del segundo tiempo, en el que fue dominador, pero no le alcanzó. Ni siquiera con la vuelta de los chicos que habían jugado el Preolímpico.
“¡Contra River cueste lo que cueste, contra River tenemos que ganar!”, despidió el hincha xeneize a sus jugadores el pasado miércoles, tras ganarle a Central Córdoba (2-0). La cabeza ya está ahí, a menos de una semana de ir al Monumental. Sin embargo, la visita a la Fortaleza granate no significaba un encuentro más. Se trataba de entender si el elenco de Diego Martínez podía dirigirse el domingo a Núñez con los pies firmes y el semblante tanto más aliviado como sereno. Debía retrucar aquella victoria, fortalecerse e ir sumándole cosas positivas al ciclo.
Sin Guillermo “Pol” Fernández (con problemas en el tobillo, ya se descarta su presencia en el superclásico), al entrenador le cayeron justo los retornos de Ezequiel Fernández y Cristian Medina desde el Preolímpico. El medio campo se renovó. Oportunidad para probar, convencerse o no de las modificaciones elegidas, y aclararse el panorama de cara a los días agitados que se aproximan.
Martínez optó por romper el jugador suelto, conductor, que propuso en los últimos encuentros. Con la suma de los juveniles -y quizás proyectando el clásico- optó por un esquema más ordenado. Un 4-4-2. Si bien en su última conferencia de prensa habló de no atarse a un dibujo táctico, a ciertas piezas las reubicó en sectores y funciones que, probablemente, hayan sido vistas de mala manera en el Mundo Boca.
Por ejemplo, recostar por la izquierda a Kevin Zenón, la gran figura de este comienzo de la Copa de la Liga. Es cierto, en Unión se la pasó jugando ahí. También lo es que en el segundo tiempo ante los santiagueños el técnico lo desplazó a ese sector. Sin embargo, moviéndose con libertad resulta atractiva su versión. Anoche, quedó encerrado y limitado. ¿Otra? Medina vivió una situación similar, pero por la derecha: cuando Almirón era el DT y encontró su equipo, puso al chico de 21 años en ese sitio. Ganó incomodidad, perdió soltura, bajó el nivel y en eso permanece, incluso, cuando fue al Sub 23 del seleccionado nacional.
La apuesta de Lucas Janson no fue fructífera. Sin desequilibrio ni rebeldía, el delantero aún parece no haberse aclimatado a la realidad de Boca. De hecho, su punto más destacado fue el cabezazo: una situación por tiempo que Lucas Acosta detuvo con seguridad. Búsquedas cuestionables, más aún si ocurren a una semana del gran partido que el hincha exige ganar.
Boca no se sintió cómodo. Y es preocupante, sí. Porque fue un compromiso basado mayoritariamente en la actitud, la pierna firme, el carácter. Lanús siempre tuvo más energía en la primera mitad para combatir e incomodar cerrando espacios rápido. Jamás mal parado. No como Boca: a los 13 minutos, Raúl Loaiza hizo una gambeta fantástica entre dos volantes xeneizes y profundizó hacia la carrera de Bou, que definió fuerte, cruzado y puso en ventaja a Lanús.
River será otra exigencia. Boca deberá afrontarlo con la postura del segundo tiempo. Más despierto y dispuesto a jugar. Claro, algo identificó Martínez y actuó rápido: liberó a Medina y el equipo empezó a fluir. Flechas por un lado y por otro. Acumulación de gente en ataque. Otro espíritu. Pero faltó profundidad, cosa no menor. Incluso así, apareció el 0-2 a falta de un cuarto para el final: Lotti empujó un centro bajo entre los centrales.
El descuento de Blondel no sirvió para aplacar la enorme incertidumbre que el equipo genera. Se viene River y Boca no encuentra el camino. No define su identidad y sigue estancado.
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