En medio de la polémica por la clausura de la tribuna superior Sur, el ‘Xeneize’ volvió a jugar mal, aunque esta vez no salió del 0 a 0.
No fue la fecha de los grandes en la Liga Profesional. A las derrotas de River, Racing, Independiente y San Lorenzo, se sumó este domingo el pálido empate de Boca Juniors, el actual campeón del fútbol argentino, que volvió a jugar mal y no pudo romper el 0-0 ante Central Córdoba de Santiago del Estero, que tuvo un penal para ganarlo pero Sergio ‘Chiquito’ Romero lo atajó para hacer estallar a La Bombonera.
Lento, pausado, sin cambio de ritmo. Sin acelerar, atado y por momentos desordenado. Como si aquel campeón de la última Superliga, al que no le sobraba fútbol pero sí un plus desde la entrega, todavía estuviese en la larga pausa desde noviembre, cuando dio la vuelta olímpica ante el escenario conocido: La Bombonera.
Ese lugar en el que Hugo Ibarra todavía luce invicto, pero en el que otra vez su equipo expuso debilidades ante un rival como Central Córdoba de Santiago del Estero que supo cómo advertir falencias, cómo atorar el circuito de juego (en la salida de Alan Varela, en una marca doblada a Sebastián Villa y también en ceder la pelota al mediocampo carente de ideas) y se aferró a un punto que le suma más en la confianza que en la tabla de los promedios. El tema está en el otro lado.
A Boca se le aplica la misma norma que al resto de los equipos del fútbol local: la inestabilidad de una fecha a la otra. Al cabo, fue campeón en 2022 por saber exprimir sus virtudes a cuentagotas y porque se equivocó mucho menos que el resto. Es cierto también que tres meses sin competir es mucho tiempo.
CHIQUITO SE HIZO GIGANTE🧤🧤
Sergio Romero cometió penal pero luego se lo atajó a Castelli.#LPFxTNTSports pic.twitter.com/OHLOay6udp
— TNT Sports Argentina (@TNTSportsAR) February 5, 2023
Pero mientras Boca se reinicia como ese celular que reposó demasiado, las aplicaciones no le funcionan. Se mueve previsible, se trastabilla con situaciones de riesgo a su favor y por momentos tambalea. Pulgar abajo para un plantel que tiene en la planilla mucha más jerarquía de la que se ve reflejado en el campo.
Hay también un asterisco para detenerse. Boca está arrancando este 2023 con una zaga defensiva que aún se está conociendo (Bruno Valdez, con mucho mejor timming del que se imaginó a su llegada, y Nicolás Figal) pero también en su arquero. Allí, bajo los tres palos, ya no está Agustín Rossi. ¿Es por eso que Boca no elabora? No, el problema está en el mediocampo. Pero al menos en 180 minutos, ‘Chiquito’ Romero puede jactarse de tener dos participaciones de nivel: un mano a mano para sostener el cero ante Atlético Tucumán y un penal salvador contra Central Córdoba, como una manera de esfumar, de a poco, lo que se perdió con Rossi.
A veces a Boca le alcanza para ganar con poquito. Y por su arquero no perdió ante los santiagueños, que otra vez expusieron que ese mediocampo con Alan Varela (en un nivel más bajo que en 2022), Juan Ramírez y Pol Fernández no se conecta. No agarra wifi y se va desdibujando entre su poca participación ofensiva y sus desatenciones en el retroceso. En suma: restan. Por eso Ibarra cada vez más rápido prescindió de ambos, aunque Equi Fernández esta vez entró para un cambio de dibujo táctico que no brindó soluciones. Porque Boca pasó del 4-3-1-2 al 4-2-3-1 con los primeros instantes de Merentiel en el campo, pero sin fluidez para que le llegue la pelota. Así, sufrió como Orsini, aunque el ex Lanús tuvo un mano a mano como para sacarse esa mala energía que lo acompaña ante la red.
Las pequeñas pinceladas de Óscar Romero no fueron suficientes. Tampoco los intentos cada vez más individuales de Sebastián Villa por ser el salvador. Y a la bicicleta constante de Exequiel Zeballos los rivales ya la estudiaron. Entonces Boca mueve la pelota, tracciona gente, pero agranda a sus rivales entre la falta de ideas, las pocas oportunidades de gol y a un ritmo que invita a que un domingo de verano, caluroso, el plan ideal no sea estar en Brandsen 805 sino continuar con la vida en una pileta.
La visita inquietó poco, es verdad. Pero contó en los pies de Castelli para dar un golpe que pusiera a todo Boca a marearse. Porque cuando los de Ibarra no saben cómo, su desesperación no se manifiesta en acelerarse: todo lo contrario, se vuelve aún más lento. Y como en slow motion los espacios se achican todavía más, el rival aprovecha. Madelón entendió que tras el penal fallado iba a ser difícil quedarse con el triunfo y sus fichas las modificó para reagruparse (solo hizo tres modificaciones) y cerrar caminos de cara a su arco. Apenas si transpiró de más en ese último centro que atravesó el área grande de Ledesma, sin participación en el segundo tiempo.
Los cuatro puntos de seis en juego para este inicio arrojan lo que siempre para Boca:mejores matemáticas que rendimiento. El arco en cero, con sus defensores todavía presentándose, son apenas un pedacito de optimismo del cual agarrarse. para el local Y poco más. Tan solo pensar que con algo muy parecido en el 2022 le alcanzó para ser bicampeón. Lento, muy lento, Boca aun no arranca.
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