Se quedó con el pase a la final a fuerza de goles. Y ahora quiere más. El Xeneize va por la séptima copa y la gloria eterna ante gran rival.
Ahí está Boca, aceptando el reto. Metiéndose en la final de la Copa Libertadores, con River adelante, pisando firme otra vez en Brasil, subiéndose a su decimoprimera definición de su historia de este torneo que lo obsesiona. Va por la séptima, en Núñez, sin ser favorito y demostrando que el bicampeón argentino también puede ser fuerte en el continente. Pasó por tierras paulistas la camiseta azul y oro y otra vez se fue de pie, como en su historia. Para que los más de dos mil hinchas que revolearon su camiseta en la popular visitante se desgararran sus gargantas, como un presagio de lo que vendrá. No hizo falta épica ni hazaña. Boca se quedó con todo lo que vino a buscar a fuerza de sus goles. Y ahora quiere más.
Desde el inicio Boca dejó en claro que atacaría. Y lo hizo sin importar que esa mancha verde que salió enfurecida se posicionara con cinco hombres de ataque. Esta vez el 4-1-4-1 sí desplegó sus alas con Villa y Pavón. También en ese inicio fue clave Pablo Pérez, más suelto de la línea de combate de Barrios y Nandez. Es cierto: el gol anulado por el VAR Dayverson calmó a los de Barros Schelotto y angustió al local, que se apagó. Había avisado Ábila con un centro cruzado. Pero el gol llegó después de un pase perfecto de Villa, quien brindó una clase práctica de cómo debe jugar un wing. En la tierra paulista del electo Bolsonaro, la derecha más pesada fue la de Ábila. Y fue un golpe demasiado duro para el local.
La buena atajada de Rossi al cabezazo de Gustavo Gómez fue lo único de peligro que hizo Palmeiras en un primer tiempo que de diluyó entre la pierna fuerte de Izquierdoz y Barrios y la tarea enorme de Ábila para aguantar de espaldas al arco cualquier búsqueda desprolija del equipo para avanzar en el campo. Los intentos de Nandez desde afuera del área evidenciaron que a Boca le sobra músculo para recuperar pero pie fino para elaborar. Así llegó hasta San Pablo, con su esencia modificada, y con la convicción de que la Copa se puede conseguir jugando así. Con lucha primero y con el fútbol en un segundo plano.
Palmeiras reaccionó. Incluso el gol de Luan volvió a ponerle clima a un estadio que parecía en un letargo. Porque Boca se adormeció con la ventaja y el local mostró los dientes. El penal de Izquierdoz que Gómez cambió por gol volvió a sumarle nerviosismo al encuentro. Tambaleó Boca, de nuevo. Como tantas veces. Y deberá evitarlo en la final, en donde no se perdona. El bombazo de Benedetto lo llevó a la final. Ahí espera River, el Superclásico y tanto en juego. La mística está intacta. Boca aceptó el reto. Va por todo.
Fuente: Clarín
Agregue un Comentario