Por Juan Carlos de Pablo
Hace 250 años nacieron Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano y Ludwig van Beethoven. Seguramente que los argentinos nos acordaremos mucho más del genial músico alemán que sus compatriotas del creador de nuestra bandera. Belgrano es mi prócer favorito, porque es el » boy scout» (hoy, ¿persona scout?) de la historia argentina. En los dramáticos primeros años, luego de la revolución de mayo de 1810, cuando hubo que enfrentar situaciones difíciles, él nunca dijo que no.
Al respecto conversé con el español Ovidio Giménez (1909-1998), quien a partir de 1935 y durante 37 años desarrolló una importante carrera empresaria en Molinos. En 1960 la fundación que lleva su nombre creó un premio anual, que entre otros recibieron José María Dagnino Pastore, Celso Manteiro Furtado, Carlos García Martínez, Luisa Montuschi, Julio Hipólito Guillermo Olivera y Vicente Vázquez Presedo. Lo entrevisté porque, de manera póstuma, se publicó su Vida, época y obra de Manuel Belgrano, una obra de 794 páginas que, según Enrique de Gandia, «es un formidable esfuerzo de erudición: tal vez el más grande que se ha hecho después de Mitre».
-Es evidente que usted admira a Belgrano, pero el tenor de libro es sobrio.
-Prefiero que la admiración del lector surja de mi descripción del hombre y la circunstancia, y no porque yo se la imponga o siquiera se la sugiera.
-¿Por qué el padre de Belgrano lo mandó a España a estudiar?
-Porque sabía, por su experiencia, que el comercio ultramarino producía grandes utilidades, pero requería amplios conocimientos que no se podían adquirir en la colonia. Lo cual tenía poco que ver con el arte de comprar y vender y mucho con las regulaciones. Belgrano en Salamanca, como Adam Smith en Oxford, aprendió más en la biblioteca que en las aulas. Más importante fue que, al relacionarse con gente de cultura, prestigio e influencia ante la Corte, logró que lo nombraran Secretario Perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires.
-Se lo considera el primer economista argentino.
-Por los informes que enviaba a la Corona, que están llenos de hechos, reflexiones y propuestas. Belgrano no conocía personalmente el interior del país y carecía de tiempo para recorrerlo, pero invitaba a su despacho a cuanta persona podía y creía que pudiera serle de utilidad con su información.
-¿Es cierto que el sistema comercial entre España y las colonias en la práctica era un disparate?
-Así es. ¿A quién se le pudo haber ocurrido, con los medios de transporte y el poder de policía entonces existentes, que dicho comercio solo se podría hacer desde un puerto español hacia otro ubicado en América, desde donde las mercaderías serían distribuidas por tierra? El contrabando fue un obvio subproducto de un esquema empíricamente absurdo.
-El 25 de mayo de 1810 no murió nadie.
-Lo cual no quiere decir que desde el primer momento estuvo todo claro y calmo. Juan Bautista Alberdi decía que la Revolución de Mayo había sido porteña, no argentina. Y Cornelio Saavedra describe en sus memorias la situación de angustia que en los primeros momentos dominaba a los responsables de los sucesos de Mayo. Los poderosos de algunas provincias estaban en contra y podían reaccionar utilizando las armas, y encima existía la posibilidad de que España, liberada de Napoleón, intentara la reconquista de las tierras que habían declarado su independencia.
-¿Qué me puede decir de la personalidad de Belgrano?
-Que no era un orador, su timbre de voz no lo ayudaba; sí era un escritor nato y un periodista hábil, pero en aquel entonces pocos sabían leer. Era un estadista, pero no un hombre de gobierno para épocas revolucionarias. Carente de ambición, pacífico por naturaleza, modesto por carácter, la vigorosa personalidad de Mariano Moreno inicialmente eclipsó, en los primeros momentos, su figura mesurada y serena.
-Abogado, metido a militar.
-La historia se presta más a señalar su actuación militar, pero donde su figura verdaderamente se ilumina es en su accionar cívico y su personalidad civil. En marzo de 1812, el gobierno lo nombró al frente del ejército del Norte, dejándolo librado a su suerte al no poder prestarle ayuda. En Jujuy ordenó «tierra arrasada». No huyó, retrocedió; no se fue, solo se retiró. Tenía órdenes de bajar hasta Córdoba. Bernardino Rivadavia, desde Buenos Aires, insistió con la orden, pero la carta llegó una semana después de que Belgrano venciera en Tucumán. Luego vinieron la victoria de Salta y las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.
-Sobre esta última, el general José María Paz le criticó el proceso decisorio.
-En sus Memorias, Paz dijo lo siguiente: «Hay generales que forman el plan de batalla en su cabeza y después buscan un terreno adecuado para realizar su ideal concepción. Ante un incidente, falla el plan y su aplicación práctica desencadena errores que se pagan muy caros. Belgrano no debió con tanta anticipación ocupar el campo de batalla que había elegido, revelando de este modo sus intenciones. Pezuela presentó la más bella ocasión de vencerlo, bajando tan lenta como estúpidamente una cuesta que era un verdadero desfiladero. Si en esos momentos hubiera sido atacado, es más que probable que hubiera sido deshecho. La batalla de Ayohuma estuvo perdida antes de darse».
-Es decir, Paz no revisó la decisión de Belgrano porque perdió la batalla; la hubiera criticado igual.
-Como tiene que ser. El arquero que cuida un ángulo del arco, cuando la pelota se le mete en el ángulo opuesto, no se equivocó; porque por algo tomó la decisión.
-¿Es cierto que quería implantar una monarquía?
-Quien mira el pasado con ojos del presente, no entiende nada. A comienzos de 1814, Fernando VII había sido restituido, la revolución chilena había fracasado, el bastión español continuaba fuertemente entronizado en Lima como poderoso centro militar, y Brasil no cejaba en sus asechanzas e intentos expansionistas. El odio a Buenos Aires alzaba a las provincias, el desorden era la única ley vigente, la disciplina parecía quebrada y el fanatismo estaba en ebullición. En este contexto, Belgrano quiso «monarquizar» a la Argentina, dotarla de personalidad, darle nobleza e imprimirle jerarquía. En Europa, república era una mala palabra, y de democracia ni se hablaba.
-Belgrano murió pobre.
-Y con salud siempre precaria. Su muerte pasó inadvertida para la población de Buenos Aires. Durante su sepelio no hubo formación de tropas, ni discursos, ni gentes: solo el silencio como homenaje. El día de su fallecimiento, el 20 de junio de 1820, es recordado como el día de los tres gobernadores.
-Pero al menos murió en su país, no como José de San Martín, Juan Manuel de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi.
-Así es.
-Don Ovidio, muchas gracias.
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