Edmundo Ramos tiene 65 años, es ingeniero electromecánico y trabajó más de una década en este proyecto
“Cada fracaso es un paso más para acercarme al éxito”. Cada noche, cuando regresaba de su taller sin haber logrado el objetivo que persiguió durante diez años, Edmundo Ramos repetía esta frase como un mantra.
Para impulsar a su auto, había creado un gasificador que se alimentaba con basura orgánica. Sin embargo, la Ford Ranchero modelo 83 seguía sin arrancar. Estaba convencido -siempre de acuerdo con sus conocimientos como ingeniero electromecánico- que con desechos de basura podía funcionar perfectamente: sólo debía lograr la mezcla exacta de gas y aire que el motor -de 3,6 litros- necesitaba para encender.
Llegó a angustiarse profundamente. “Sí, en cada revés me sentía casi al borde de la depresión. Hacía diez años que estaba trabajando en este proyecto, haciendo cálculos, estudiando teoría… pero claro, algunas variables se van descubriendo con la experiencia. Siempre digo que esos años, en lugar de prueba y error, fueron de prueba… ¡y miles de errores! Encendía el auto y se apagaba… o funcionaba una cuadra y quedaba en el camino. Otras veces no levantaba velocidad… ¡Un desastre!”, recuerda hoy, mientras asegura que aquella frase, finalmente, se cumplió: el fracaso terminó en éxito.
Porque el 2 de octubre de 2019, con su “tanque” repleto de “gasura”, como llama al gas producido a partir de desperdicios como cáscaras de nuez, restos de viña, carozos de frutas o carbonilla, la vieja Ford Falcon gris que había comprado en 2018 a 40 mil pesos emprendió la marcha y ya no se detuvo.
La emoción fue tan intensa que recuerda aquel sábado en Anisacate, su pueblo adoptivo en el corazón de Córdoba, como uno de los días más maravillosos de su vida, cuenta hoy, durante su paso por Mendoza en medio del trayecto La Quiaca-Ushuaia por la Ruta 40.
Desde que salió de Jujuy, hasta llegar a la Tierra del Sol y del Buen Vino, recorrió 1510 kilómetros utilizando residuos que fue consiguiendo en cada región que atravesó. Para eso lleva un tráiler a remolque con tres gasificadores de 200 litros cada uno, filtros para que la “gasura” llegue limpia al motor, tambores de refuerzo y algunas herramientas.
-Edmundo ¿Qué autonomía tiene la Ford funcionando a “gasura”?
-Unos 500 kilómetros, muy superior a la que tenía en un principio, que me permitía recorrer solo 50 kilómetros. Le incorporé al vehículo nuevos gasificadores cuando proyecté junto a mi esposa recorrer la Ruta 40. No podíamos sortear un trayecto tan largo frenando a cada rato ya que el primer gasificador tenía 60 litros. Hasta ahora el resultado es increíble y hasta histórico, porque en los más de 1500 kilómetros realizados no contaminé; ahorré 23 mil pesos en nafta; consumí residuos y aporté 20% de oxígeno al ambiente.
-¿Qué sintió aquella noche cuando finalmente comprobó que el auto respondía a partir de basura orgánica?
-Difícil explicar tanta alegría. Era de noche y mi amigo Marcelo Raba, un mecánico cordobés muy gracioso, me convenció para hacer otra prueba. Yo estaba en la cama, desilusionado, pero me levanté, la encendimos y empezó a funcionar. Me seguía con su auto, tomamos por una ruta desértica que une Anisacate con la localidad de José de la Quintana, una ruta repleta de curvas y contracurvas. En el primer tramo llegué a 40 kilómetros por hora y luego la levanté a 60. Cuando llegamos a una recta seguí acelerando y llegué hasta 100. Esa noche, mientras mi amigo me filmaba de atrás, supe que podía salir a la ruta. Que mi sueño se había cumplido. Hoy volvemos a mirar la filmación y nos reímos, parecía la máquina del tiempo, solo se veían dos luces a lo lejos, las de posición.
-Usted es un ingeniero con todas las letras…
-Insisto: fue prueba y miles de errores… además de horas, meses y años. Claro, con el tiempo me di cuenta de que mis cálculos fueron muy conservadores. Porque en esos años hubo que asumir valores, no todo está en las tablas y yo del 1 al 10, asumía solo 5. De ahí que frente a esos números calculé que el vehículo rondaría los 50 o 60 kilómetros por hora, imposible de salir a la ruta.
-¿Siempre se sintió atraído por los inventos?
-Sí, pero los desarrollaba para facilitar mis trabajos, que casi siempre fueron por cuenta propia. Esta vez siento que lo hice para la humanidad. Por eso sigo indagando. Hace poco inicié las primeras pruebas para incorporar residuos plásticos al gasificador y creo que pronto se abrirá una puerta para limpiar el planeta de este tipo de basura.
-¿Cuándo comenzó con toda esta locura?
-En 2008, cuando dejé de trabajar y tuve más tiempo libre. Adquirí chatarra y armé mi propio gasificador, siempre rodeado de basura para las pruebas. Luego compré el vehículo, que era otra “basura”: me llevó año ponerlo a punto, tenía miles de problemas de todo tipo.
-¿Cree que este sistema se replicará?
-Sí, porque estoy convencido de que el petróleo se agotará. Me preocupa cómo funcionarán ambulancias y bomberos más adelante. Afortunadamente veo que este sistema se está empezando a utilizar para motogeneradores eléctricos y bombas de agua. Creo que es la única solución para el futuro.
-¿Cómo es la reacción la gente en cada lugar que visita?
-Pasamos por Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumán y San Juan hasta llegar a Mendoza y en todos lados la gente es maravillosa, solidaria, entusiasta y además nos da el combustible que necesitamos, la basura orgánica. La Argentina en general es así. En Mendoza, por ejemplo, nos prestaron un galpón donde guardar la camioneta, increíble.
-Por último, ¿cómo carga el combustible?
-En el caso del gasificador que llevo en la caja de la camioneta, se puede cargar con mezcla de basura, aunque si se trata de un solo tipo me ayuda a saber cuánto rinde. Por otro lado, prefiero utilizar basura carbonizada porque ensucia menos el sistema. La basura no se consume totalmente, el gasificador trabaja hasta la mitad, así que freno, cargo, cierro la tapa y sigo viaje. En el caso del remolque, los tres gasificadores juntos trabajan mejor que uno solo, por eso busco que los tres tengan el mismo tipo de carga. Esto me facilita medir resultados y comparar. La purga se realiza solo al principio, cuando lo enciendo por primera vez.
-¿Por qué decidió plotear en el vehículo la frase “Para gloria de Dios”?
-Soy hijo de padres ateos y anticlericales y, sin embargo, muy católico, al punto de haber estudiado para sacerdote luego de graduarme en la UBA. Abandoné porque el celibato no era lo mío. Lo cierto es que cuando la Ford no arrancaba de verdad me angustié e hice la promesa de escribir esa frase si finalmente la podía hacer andar.
Entre Estados Unidos, Buenos Aires y la paz de Anisacate, en Córdoba
Hijo de un matrimonio argentino, Edmundo nació en Nueva York en 1956. Cuando tenía cinco años la familia regresó a la Argentina y se instaló en Lomas de Zamora. Siempre buen alumno, tras egresar se casó y tuvo tres hijas.
“Mi ciudadanía norteamericana me daba la chance de irme a trabajar a los Estados Unidos cada vez que la economía del país explotaba, como durante la hiperinflación de Alfonsín y luego en 2001, en medio del corralito. Iba y venía y, por supuesto, lograba hacer una diferencia monetaria. De todos modos siento que mi cultura es argentina, soy muy argentino”, aclara.
Ya divorciado de su primera mujer, “Edi”, que por entonces trabajaba en una termoeléctrica que daba servicios a usinas de todo el país, viajó a Río Segundo, un pequeño pueblo de Córdoba donde conoció a Fabiola. Entablaron una amistad que siguió a la distancia. No se vieron por un año. En ese lapso, Edmundo se mudó a San Francisco, Estados Unidos, para trabajar como contratista eléctrico. Ella le escribió, le propuso acompañarlo y hace 20 años que están juntos.
“Como le habían negado la Visa, decidimos que se mudara a Tijuana, en México, muy cerca de San Diego, donde yo trabajaba. Y así vivimos cuatro años: ella se levantaba a las 3.30, me hacía el desayuno y yo partía a las 4 a trabajar a California, para llegar allá a las 8. A la noche regresaba. Hicimos un gran equipo y, además, una diferencia económica, porque yo ganaba en dólares y gastaba en pesos mexicanos. Con los años pude comprar propiedades y eso me permitió tener tiempo y retirarme en 2008 de mi trabajo”, relata.
En 2006 regresaron a Lomas de Zamora, aunque no se adaptaron al vértigo de la ciudad ni a la inseguridad de la Argentina. “Sentíamos miedo permanentemente. No podíamos vivir así”, recuerda. Pronto se mudaron a Anisacate, en el departamento Santa María, a 40 minutos de la ciudad de Córdoba. “Es nuestro lugar en el mundo, un paraíso repleto de árboles y naturaleza donde se respira aire puro y hay gran calidad de vida”, define él, que suele viajar seguido para visitar a sus hijas y a sus tres nietas.
Ciudadano ilustre de Anisacate y miembro de “Ingerontes”
Cuando Edmundo por fin pudo hacer funcionar su vehículo a basura, en Anisacate comenzó a cobrar cada vez más notoriedad. Así fue que una mañana recibió la invitación del intendente del pueblo, Ramón Zalazar.
“Estaba trabajando y fui así nomás, vestido de fajina, porque siempre pensé que le interesaba ver el funcionamiento del auto. Me acompañó Fabiola y sorpresivamente nos llevaron al recinto del Concejo Deliberante, donde me nombraron Ciudadano Ilustre. No lo podía creer. Pedí –y aceptaron- que reconocieran también a mi señora, que durante años tuvo que convivir con montañas de desechos para que pudiera hacer mis pruebas”, relata.
Tanto esfuerzo volcado en su invento le valió a Edmundo comentarios permanentes en su grupo de Whatsapp “Ingerontes”, formado por sus compañeros de camada de la UBA, la mayoría de los cuales pasaron los 60.
“Somos muy unidos y hace cuatro décadas que nos juntamos religiosamente.”, concluye.
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