Opinión

Análisis Alguien debe avisarle a Alberto Fernández que perdió

Por Ricardo Kirschbaum

El oficialismo perdió pero intenta simular que no ha pasado nada. Se entiende: esperaba una paliza electoral y solo fue una derrota importante que no pudo evitar, a pesar de la inmensa -y obscena- utilización de los dineros públicos y del aparato estatal en su propio beneficio.

Y esa derrota tuvo, en primer lugar, una consecuencia importante que repercutirá en el Congreso como en la relación de fuerzas del Frente de Todos. Por primera vez desde 1983, el peronismo ha perdido el control de quórum en el Senado Nacional. No podrá imponer nada por sí mismo. Ahora dependerá de la negociación con aliados o con la oposición para avanzar en temas clave, como lo es, por ejemplo, el nombramiento del quinto integrante de la Corte Suprema y otros de igual envergadura.

Cristina Kirchner preside el Senado como vicepresidenta y había hecho del cuerpo y de la provincia de Buenos Aires sus dos bastiones. En ambos casos ha perdido, aunque el cotillón del relato pretenda confundir.

En la Cámara alta creció la oposición hasta casi emparejar en número al bloque de senadores peronistas. Con otro ingrediente: quienes llegan no pertenecen al kirchnerismo más rancio y obediente al verticalismo de Cristina. Ya se insinuaron amagues de rupturas del bloque porque, en la actual paridad, hacer rancho aparte es un cálculo político previsible. La indisciplina en el peronismo ha sido una constante luego de algún tropezón electoral.

Está claro que en el juego de alianzas, el Gobierno todavía tiene margen de acción pero ya se sabe que en política esto siempre es más complicado. Se supone que el jefe del bloque del Frente de Todos deberá exhibir una mayor ductilidad que la que existió hasta aquí, siempre mirando de reojo a la vicepresidenta.

Este traspié que afecta a Cristina tiene una lectura interna inevitable sobre el peso de las opiniones de la vicepresidenta en el debate que se abrirá en el Gobierno sobre qué políticas deben aplicarse para enfrentar la declinación argentina. En ese ambiente de suspicacias y sospechas que forman parte del clima interno del oficialismo, hubo algunas sordas alegrías por lo que ocurrió en el Senado y en la provincia de Buenos Aires.

El Frente de Todos creció más que Juntos pero no logró ganar. Sin embargo, tanto Kicillof como Massa, y obviamente Alberto Fernández, han festejado este resultado como un triunfo. Está claro: esperaban una derrota más abultada y la evitaron. El plan “empate” que propuso Juan Manzur (que ganó por el canto de una uña en Tucumán, evitando un resultado que hubiera afectado su carrera presidencial) tuvo cierto resultado positivo. En el caso de Fernández, se explica porque Victoria Tolosa Paz fue una candidata del Presidente, no de Cristina, quien no le ahorró gestos para demostrarle su desagrado.

Alberto Fernández saluda a Máximo Kirchner en el búnker del Frente de Todos, con la candidata Victoria Tolosa Paz y el gobernador Axel Kicillof también en el escenario. Foto Marcelo CarrollAlberto Fernández saluda a Máximo Kirchner en el búnker del Frente de Todos, con la candidata Victoria Tolosa Paz y el gobernador Axel Kicillof también en el escenario. Foto Marcelo Carroll

El aparato oficial y partidario sostuvo esta remontada que no alcanzó. También mostró el poder de los intendentes y eso seguramente se trasladará a las relaciones de fuerzas que se tensarán en el peronismo. La Cámpora, en este juego, ha salido al menos magullada y su influencia, de ahora en más, será discutida.

Se verá cómo esta nueva situación se refleja en la Cámara de Diputados donde el oficialismo mantiene por estrechísimo margen su condición de primera minoría. Sergio Massa es otro que respiró aliviado, a pesar del retroceso electoral global, que el presidente de la Cámara de Diputados no puede ignorar.

De ese entusiasmo sobreactuado, Cristina no participó. Adujo que por consejo médico no podría estar en el búnker del Frente de Todos. Pero esta ausencia no implica pensar que la vicepresidenta se resignará. Después de todo, el gobierno que enfrentó las legislativas es el que se conformó luego de la crisis que desencadenó retirando sus delegados del gobierno.

Esta vez esa historia no se repetirá, al menos en ese formato. Más temprano que tarde, alguien pagará por esta pérdida.

Fernández convocó con un mensaje grabado al diálogo -su emisión en lo que fue una virtual cadena nacional sugestivamente comenzó justo cuando Juntos festejaba el triunfo nacional sobre el peronismo-, pero puso condiciones.

Reveló que Cristina está de acuerdo con un arreglo con el Fondo Monetario Internacional. Simultáneamente, ratificó a Martín Guzmán en el Ministerio de Economía. Fue el único funcionario que mencionó Fernández con nombre y apellido. Guzmán era hasta el viernes un blanco móvil del kirchnerismo. El Presidente dijo que será él el que encabezará, como hasta ahora, la negociación con el FMI. Y dedicó una buena parte del mensaje grabado a relatar los indicadores de la recuperación económica. Se olvidó de la inflación y del dólar desbocado, pero eso no forma parte del léxico oficial.

Esta oferta de acuerdo, se ha dicho, tiene condiciones que enumeró Fernández. El principal es que no habrá ajuste alguno de la economía. En esa parte del discurso, el Presidente quiso hacer creer a los oyentes que su gestión recién se iniciaba este domingo por la noche, cuando ya consumió prácticamente dos años de su mandato con los resultados políticos y económicos que están a la vista.

Si el acuerdo con el FMI será la piedra de toque del conjunto de leyes que Fernández enviará al Congreso, la pregunta es si ese programa (por primera vez mencionó la palabra “programa”) económico contendrá un plan de estabilización consensuado.

Esa inquietud está presente en los conciliábulos de funcionarios y pensadores, vinculados o no al Frente de Todos. Se puede escuchar análisis sobre lo que hizo Juan Vital Sourrouille con el Plan Austral, durante la gestión de Alfonsín, o sobre la experiencia de Cavallo con la Convertibilidad, una palabra prohibida para el kirchnerismo más cerrado.

También se cuestiona el sistema electoral de las PASO, que nacieron por un ardid de Néstor Kirchner para sofocar los tradicionales intentos de disidencia del peronismo que perdía las internas. Está claro que esta supuesta democratización de las candidaturas está operando en los hechos como un factor perturbador. Quedó claro en 2019, con el triunfo de Fernández, y apenas dos años después, con la derrota del oficialismo: el período abierto tras esas derrotas fue de incertidumbre e inestabilidad económica.

María Eugenia Vidal celebra su triunfo en Ciudad, con Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri en el escenario de Costa Salguero, el búnker de Juntos por el Cambio.María Eugenia Vidal celebra su triunfo en Ciudad, con Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri en el escenario de Costa Salguero, el búnker de Juntos por el Cambio.

Las PASO esta vez favorecieron al ala oposición y ese resultado, con variantes, se repitió en las legislativas de este domingo. Es poco probable que ahora se animen a innovar. Tanto el oficialismo y la oposición tendrán varios precandidatos presidenciales para el 2023 y será en las primarias que se resolverá esa postulación. La oposición ha salido fortalecida en todo este proceso pero se confundiría si considerara que el apoyo obtenido es solo mérito propio. El voto pareció más dirigido a castigar al gobierno que a beneficiar a la oposición. Sin embargo, esa también es la lógica política del sistema, que ha visto crecer tanto a la derecha más nítida como a la izquierda más dura..

Este fenómeno también se repite en otras tierras: el crecimiento de fuerzas antisistema, cualquiera sea su origen ideológico, se junta con la crisis del sistema de representación partidario. Habrá que ver si este fenómeno se consolida o es simple expresión de protesta.

La primera tarea que tendrá Juntos por el Cambio será comenzar a definir una posición sólida sobre esta iniciativa presidencialLarreta ya ha anticipado que el único ámbito operativo para el diálogo político será el Congreso, proyecto por proyecto. También resolver el liderazgo del sector y las ambiciones de los jugadores de primera línea que aspiran a lo mismo.

El oficialismo, sobre todo Fernández, festejará la derrota electoral el miércoles y, a la vez, se blindará de cualquier putsch de Cristina.

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