Es la cosmeticorexia, la obsesión por la apariencia sin imperfecciones. También se vincula al uso excesivo de productos cosméticos.
Nenas de 12 años con uñas esculpidas y pestañas postizas. Adolescentes que se aplican inyecciones de ácido hialurónico. O hasta el más “inocente” festejo con spa de un cumple de 10.
La cosmeticorexia, una condición vinculada a la obsesión por el cuidado de la apariencia sin imperfecciones y el uso excesivo de productos cosméticos, ya preocupa a las autoridades educativas del país.
La advertencia llegó desde la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de Buenos Aires (Aiepba), que en un comunicado afirmaron que la tendencia “explotó” entre niñas y adolescentes.
“El interés de los adolescentes por intervenir en las redes sociales cada vez con mayor rapidez, buscando efectos estéticos perfeccionistas, modelos de imagen a seguir y -en muchos casos- con controles acotados, ha instalado entre los docentes privados en las aulas una problemática que ya se viene advirtiendo como una nueva adicción: la cosmeticorexia”, alerta Aiepba.
El secretario ejecutivo de la entidad, Martín Zurita, dijo que hay cada vez más casos y que en las escuelas “es una nueva realidad que nos preocupa y nos alerta para ocuparse en las aulas”.
Es un trastorno vinculado a la obsesión por el cuidado de la apariencia sin imperfecciones y el uso excesivo de productos cosméticos.
Clarín consultó a una experta en Dermatología de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y a un especialista de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA) para entender si existe un real impacto en la salud y las causas detrás de la cosmeticorexia.
Los especialistas admiten que el fenómeno está potenciado en las redes sociales, reels de Instagram y videos de TikTok, que bombardean a chicos y chicas con contenido sobre la temática del cuidado estético.
“Lo aspiracional crea necesidad”, sostiene el comunicado de Aiepba. A eso lo traducen como el deseo de los y las adolescentes «por tener el cutis perfecto o el cabello reluciente de su influencer favorita». Pero también notan la tendencia en la primera infancia, “llegando a absurdos festejos en un spa para niñas de 4 o 5 años, que incluyen tratamientos con cremas, que aunque recreativos comienzan a sembrar una preocupación excesiva por lo estético”.
Desde la asociación de escuelas privadas señalan que en las aulas se ve cómo día a día este juego inicial “toma ribetes adictivos” y puntualizan que las estudiantes consumen de forma desenfrenada productos de belleza que “no solo hacen mella en su autoestima sino también pueden dañar su salud dermatológica”.
Estos productos van desde rutinas de skincare, uñas postizas, maquillaje, tratamientos de cabello e incluso inyecciones de ácido hialurónico y colágeno, llegando a cirugías estéticas. Muchas chicas usan productos que están prescritos para adultos, lo que puede derivar en irritaciones, alergias, manchas e incluso quemaduras sobre el área aplicada. Los dermatólogos advierten que los daños más profundos pueden dejar secuelas irreversibles.
Según admiten docentes en los primeros años de secundaria, por ejemplo, «hay chicas que van a la escuela con arqueador de pestañas para usarlo antes de salir al recreo o con uñas postizas». En los varones el cuidado radica especialmente en el pelo: «Con obsesión por los cortes y tinturas que antes no se veían en el colegio con tanta intensidad».
«Ya he tenido consultas de niñas tan pequeñas. Las madres vienen preocupadas, porque ellas ya se quieren poner cremas. Tienen 7, 8, hasta 11 años. Ya lo estuvimos debatiendo entre colegas. Es una necesidad generada por las redes. Esa piel no tiene necesidad de hacerse nada», explica a Clarín María Dolores Salduna, dermatóloga e integrante del Comité Nacional de Dermatología de la Sociedad Argentina de Pediatría.
La «tendencia» no es capitalina. Salduna tiene su consultorio en Córdoba. Respecto al efecto de este skincare «precoz» en rostros tan jóvenes, la médica define a esa piel, clínicamente, «inmadura».
«En el caso de las más jóvenes, todavía no llegaron a la adolescencia, que es el momento en el que la piel comienza con la oleaosidad propia de esas edades. La semana pasada vino una niña que por usar una de esas cremas abrasivas de limpieza, muy fuerte para ella, le quedó una marca. Habían pasado dos meses desde que se la aplicó y todavía tiene hipopigmentación posinflamatoria», detalla.
Antes de la adolescencia, Salduna recomienda «no usar nada más que protector solar y quizá una crema hidratante (en verano), que ni siquiera tenga perfume». La única excepción, previa consulta dermatológica, es un tratamiento acorde si se manifiesta el acné de manera precoz.
En las redes, los maquillajes coreanos (que se compran online o en el Barrio Chino) se muestran y se venden «como juguetes», apunta, por las distintas presentaciones -desde personajes de dibujitos animados hasta de alimentos. del empaque, como es el caso de los lip balms y los brillos labiales.
«Muchos de esos productos ni siquiera están controlados por entes regulatorios que tengan en cuenta la calidad de los maquillajes. Lo misma pasa con los esmaltes. Las uñas también son inmaduras, con los años se van haciendo más gruesas. Puede haber alergias en los más chicos por usar esmaltes (alergia al acrilato) y hasta hongos (en el caso de los esmaltes de larga duración)», agrega.
Más allá de lo mencionado en el comunicado, Salduna agrega una nueva tendencia en la primaria y la secundaria que conlleva a otro riesgo en la piel. Los tatuajes de henna negro.
«Parecen inofensivos, pero a largo plazo deja a los chicos con una alergia a la parafenilendiamina, una sustancia que se utiliza para las tinturas. Así que a futuro no van a poder teñirse el pelo si quisieran», cierra.
Para el psicólogo Sebastián Ibarzábal, miembro de Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA) y de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), hay que hacer foco sobre el énfasis que los adultos otorgan a la perfección estética y cómo esa atención puede influir en la salud emocional y psicológica del grupo familiar.
«Se entiende que los niños son, en gran medida, reflejos de las figuras de cuidado primario», puntúa, para marcar el valor de cada familia como apoyo para abordar la problemática de la cosmeticorexia.
Ibarzábal sugiere establecer límites claros y saludables en relación con las expectativas estéticas y el uso de prácticas cosméticas.
«Pareciera ser que, en lugar de fortalecer la autovalía de los niños y resaltar la importancia de aceptarse a sí mismos, estamos reforzando la idea de que necesitan transformarse desde una edad temprana. Estas conductas pueden generar percepciones distorsionadas de la realidad y fomentar ideales de belleza inalcanzables, lo que conlleva a problemas de autoestima, tristeza, ansiedad y frustración», detalla.
En adolescentes «está correlacionado con estados depresivos y conductas autolesivas».
El psicólogo, que define a niños y niña como «extremadamente vulnerables frente a la exposición constante de las redes sociales y de los mayores a cargo», deja abierta una pregunta inquietante: «¿Dentro de 5, 10, o 15 años estaremos analizando y debatiendo los resultados negativos de estas intervenciones?».
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