El viernes el Ministerio de Economía publicó una estadística de las tantas que van dando vuelta por ahí y muestra el grotesco de la macroeconomía argentina. El déficit fiscal primario, la diferencia entre los ingresos y gastos del Estado, acumuló hasta agosto la friolera de $ 2.252.024 millones.
La cifra, $ 2,2 billones para abreviar, se cae de la vista del lector no especializado, en un contexto en el que cada vez resulta más difícil distinguir los precios y costos de referencia.
Para tener un idea $ 2,2 billones es lo que el Banco Central emite en un mes en concepto de intereses de las Leliq y en financiar el rojo del Tesoro. También ($ 2,2 billones) es el déficit fiscal proyectado de acá a fin de año por las medidas económicas anunciadas por Sergio Massa. Sí: el déficit fiscal en los próximos cuatro meses equivaldrá al que el Estado acumuló en los últimos ocho con lo cual podría decirse que el deterioro de las cuentas fiscales se acrecentará.
Sergio Massa en privado suelta que no le importa este zafarrancho fiscal porque no tiene previsto sentarse delante del FMI a discutir la próxima revisión que gatille el desembolso de diciembre (US$ 3.373 millones) y que en definitiva lo que le interesa son las elecciones. El ministro-candidato se consumió el 96% de la meta fiscal del trimestre, sólo un milagro haría que cumpla lo pactado con el organismo (debería ser $ 83.676 millones el déficit este mes). Sólo si es presidente volverá a negociar con Rodrigo Valdés, director del FMI, un programa nuevo que refinancie los vencimientos de 2024 porque el actual más que descarriló.
El ministro quizá no tenga incentivos a sentarse delante del staff. Quizá no sepa que tampoco los haya en Washington donde están más expectantes de que Emilio Ocampo logre cambiar algunos compromisos asumidos previamente y llegue a la Asamblea Anual del Fondo dentro de un par semanas como presidente del Banco Central de la Argentina en caso que Javier Milei sea el próximo presidente. Ocampo explicará que ya se decidió, que trabaja en un modelo de dolarización voluntaria de El Salvador (no el compulsivo de Ecuador) junto a un equipo de más de 10 personas y que ayer sábado había arrancado desde la mañana en definir detalles. Carlos Melconian, también aguardado en la Asamblea para hablar del plan de la Mediterránea, no asistiría. Elegiría ir a Nueva York y Washington.
La preocupación por lo que viene en la Argentina en los próximos meses no solo está en Washington. En los círculos de economistas y empresariales de Buenos Aires es prácticamente de lo único que se habla, de que la herencia que recibirá el próximo presidente será más delicada que 2015 o 2019 y no solo porque haya menos reservas en el BCRA y más distorsión en los precios relativos: la pobreza es mayor, la inflación parte de un piso más alto y subirá más cuando se empiecen a corregir los problemas acumulados. No es lo mismo sincerar un atraso y estabilizar como en la época del Austral, o incluso a principios de los noventa, cuando no había generaciones enteras viviendo en la pobreza en una economía todavía cerrada y ‘protegida’ de la competencia globalizadora. ¿Qué se imaginan los que promueven una apertura de repente con si la productividad de la economía no para de caer?
La inflación superará 200% en el arranque de 2024, dice un informe de Ramiro Castiñeira, de Econométrica. Pero todos saben que puede ser más dependiendo de qué instrumentos y cómo se haga el ajuste. Para que los más pobres no lleven la peor parte, Marina Dal Poggetto, economista y directora de Eco Go, dice que será clave cómo se lleva adelante el programa desde diciembre y la combinación de políticas.
“No queda otra que el shock -arranca Dal Poggetto-, ya no hay margen para el gradualismo. Pero eso no quiere decir que lo que uno vaya a hacer se haga de manera descontrolada. Hacen falta políticas compensatorias y redistributivas porque no hay manera de que la inflación no vaya a subir más. En Economía las cosas pueden salir mal y es clave hacer cambios de manera controlados. La Argentina necesita hacerse una operación a corazón abierto y nos quieren hacer cirugía con una motosierra”.
Un informe de la consultora Equilibra sostiene que “será el mismo Central el que cubra el remanente de las necesidades financieras de 2023 ya sea a través de adelantos transitorios o proveyendo a las entidades públicas de liquidez para que ingresen en las licitaciones del Tesoro. Se seguirán recalentando las presiones cambiarias e inflacionarias”.
Según Jorge Vasconcelos y Maximilian Gutiérrez, economistas del Ieral-Fundación Mediterránea, la transición y la herencia lucen “cada vez más complicadas. La emisión monetaria de los últimos tres meses y medio asociada a financiamiento fiscal directo duplica la base monetaria cada 13 semanas. Se configuró un combo extremadamente preocupante de aceleración inflacionaria”.
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