Por Carlos Saravia Day
La sociedad está fundada sobre el culto a los héroes. Todas las dignidades y jerarquías en que descansa la asociación humana son lo que podríamos llamar una “heroecracia”, esto es un gobierno de héroes, y encuentra en Thomas Carlyle su mejor expresión en el libro “Los Héroes”. Cuando caracteriza a la historia como “la biografía de los grandes hombres“ y pone en oposición a la interpretación del genio colectivo de la muchedumbre, considerado como único eficiente desde el siglo XVIII para explicar la historia.
Actualmente parece que la teoría de los héroes como creadores de la historia cobra subitánea vigencia tras los tiempos del fervor democrático.
Parece que parte de la opinión pública cansada de las adulaciones al anonimato de las masas quiere buscar el hombre salvador, sobre todo en la política.
El héroe es un elegido por el destino, en esto hay algo de predestinación. Diría el poeta español Juan Ruiz De Alarcón Y Mendoza:
Siglos de merecimiento
Trueco a puntos de ventura
En todo ello se ve la negación del esfuerzo y asumen lugar preponderante las fuerzas ciegas del cielo o del destino. En Maquiavelo la ética se evapora y la política se convierte en el arte de triunfar con independencia de toda moral.
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