El Presidente se opone a la mayoría de las iniciativas que propone su par brasileño como anfitrión, aunque adhirió con matices a la “Alianza contra el Hambre” de Lula y no se descarta un consenso sobre medioambiente.
El saludo fue gélido.Y no hubo mayor intercambio de palabras ni gestos. Javier Milei llegó a la Cumbre del G20 en Río de Janeiro y fue recibido por el mandatario anfitrión, Inacio Lula da Silva, en el ingreso del Museo de Arte Moderno (MAM). Es la primera vez que se registra un encuentro cara a cara de ambos jefes de Estado -coincidieron en Italia, en el G7, pero no hay fotos de aquel cruce- y se espera que el relacionamiento entre ambos no avance mucho más allá durante las dos jornadas de deliberaciones.
Pese a que Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, ninguna de las dos delegaciones trabajó por un encuentro bilateral. Tampoco se habló, hasta ahora, de fomentar un pull aside o algún otro tipo de encuentro informal. Desde el primer minuto fue evidente el sentimiento de antipatía mutuo entre ellos.
No obstante, la Argentina adhirió -a último minuto y con su propia narrativa-, a la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, la gran apuesta de Lula como presidente pro tempore del foro internacional. Milei se sumó subrayando la necesidad de políticas de desregulación y pro mercado, y enfatizando que no se comprometerá a implementar medidas específicas promovidas de manera colectiva.
Durante la recepción no quedó claro si había un orden de llegada establecido (arribaron intercalados los jefes de Estado de los países miembro del G20 con aquellos que tienen calidad de invitados), pero Milei fue de los últimos, cuando ya habían pasado los otros mandatarios como Joe Biden (Estados Unidos), Xi Jinping (China), Claudia Sheinbaum (México), Justin Trudeau (Canadá), Narendra Modi (India), Emmanuel Macron (Francia), Olaf Scholz (Alemania).
A diferencia de otros mandatarios, que caminaron la alfombra roja en soledad, el Presidente llegó acompañado por su hermana, la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei. Al momento de la foto, Milei y Lula se mostraron serios y sin estrecharse la mano. Un contraste con el álbum de instantáneas oficiales que distrubuyó la organización del G20, que exhibe al mandatario brasileño de la mano y sonriente con la mayoría de sus pares.
Ya dentro del recinto, mientras los jefes de Estado se acomodaban en sus sillas, a Milei se lo vio conversando muy enérgicamente con Macron, tomados de la mano y sonrientes.
Debate abierto
El discurso del Presidente fue agendado en la primera sesión del encuentro, mientras siguen abiertas las deliberaciones entre las principales potencias del mundo en torno al documento final en temas sensibles como la guerra en Ucrania y el conflicto en Medio Oriente. Luego de las negociaciones de los sherpas de los últimos días para arribar a un texto común, Brasil pretendía dar por cerrado el documento final. Pero los países europeos que integran el G7 pretendían que el país anfitrión habilitara una reapertura del debate para incluir una condena más explícita a Moscú, luego del masivo ataque ruso a las instalaciones eléctricas ucranianas.
El Presidente llegó a la Cumbre del G20 con los reflectores sobre su figura, ya que tiene una postura contrapuesta a la mayoría de las iniciativas que promueve Lula como anfitrión, vinculada a la lucha contra la pobreza –con el impulso a la creación de un impuesto a los “súper ricos”–, las políticas sobre el cambio climático y la igualdad de género.Brasil trabajó para que la declaración final del G20 incluya una narrativa emparentada con la Agenda 2030, que es inadmisible para Milei.
Más allá del abismo ideológico que el líder libertario tiene con esa agenda, las líneas rojas que plantea el Presidente tienen que ver, fundamentalmente, con lo geopolítico: Milei pretende que en las alusiones a los conflictos en Ucrania y en Medio Oriente haya una condena explícita a Rusia y una mención a la situación de los rehenes de Hamás en Gaza.
Todo el G20, de hecho, se vio sacudido horas antes de que comience la Cumbre de líderes en Río de Janeiro luego de que Rusia atacara con un envío masivo de misiles y drones a las principales instalaciones eléctricas de Ucrania. La embestida de Putin impactó de lleno en las deliberaciones de las principales potencias del mundo porque el documento final que venía zurciendo Brasil con los países tenía una postura muy blanda hacia Moscú.
Javier Milei ya había instruido a sus negociadores en Río de Janeiro que trabajaran por una condena explícita a Rusia en el documento final de la Cumbre. En las últimas horas, a partir del ataque a Ucrania, la cuestión escaló hasta las potencias del G7, dejando al posicionamiento argentino en un segundo plano. Algunos de esos países comenzaron a presionar para reabrir el debate con posturas más firmes frente a los conflictos bélicos, aunque para el momento en el que se iniciaron las sesiones la deliberación seguía abierta.
Fuente: La Nación
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