La Celeste de Bielsa no encontró los caminos y el partido se jugó como quiso el equipo guaraní, que se metió en zona de repechaje.
Gustavo Alfaro fue el villano de la despedida de Luis Suárez de la selección uruguaya. El técnico argentino fue el máximo responsable de que la fiesta no haya sido completa. El partido se jugó como él lo pergeñó. Los dirigidos por Marcelo Bielsa nunca le encontraron la vuelta. Y Lucho, cuyo recuerdo ya fue grabado a fuego con goles memorables e inolvidables, no pudo tener una última función a la altura del jugador que finalmente le dio paso a la leyenda.
La Celeste salió a la cancha con algunas ausencias importantes ya que tiene cinco jugadores suspendidos por los incidentes que protagonizaron en la semifinal de la Copa América de Estados Unidos ante Colombia (0-1). Darwin Núñez, Rodrigo Bentancur, Mathias Olivera, Ronald Araujo y José María Giménez no pudieron ser convocados para el duelo ante los guaraníes. Pero al que más extrañó fue a Nicolás de la Cruz, quien se perdió el partido por lesión. Faltó su fútbol, su dinámica, su capacidad de generar sociedades, de aglutinar y crear.
El equipo de Bielsa fue el dueño de la pelota en la primera etapa, pero la posesión no siempre es sinónimo de superioridad. La tenencia fue inocua y el partido se jugó como quiso Alfaro. Paraguay cedió terreno, esperó agazapado en campo propio y, cuando recuperó, saltó directo a la yugular con contragolpes rápidos. Así generó dos situaciones muy claras de gol: una bomba de Enciso que rozó el palo y otra chance de Almirón que obligó a una gran reacción del arquero Rochet.
El conjunto charrúa amenazó con un gran remate de Suárez que se estrelló en el palo, pero nunca logró imponer su juego. Ecuador armó un campo minado de obstáculos. Fue un equipo molesto, que apeló a infracciones tácticas para impedirle al rival elaborar. A Uruguay se lo notó incómodo en el roce, no se advirtió su habitual dinámica y no logró hacerla circular para fabricar el espacio. El duelo, con más pelota larga que pase corto para construir, se presentó más adecuado para futbolistas veloces que para jugadores con pausa. Por eso en el local tuvieron más protagonismo Facundo Pellistro y Maxi Araujo que los volantes interiores, Federico Valverde y Brian Rodríguez.
El acierto estratégico de Alfaro
Alfaro tuvo una lectura acertada del partido. Su gran mérito fue interpretar cómo maniatar a Uruguay sin la necesidad de tener la pelota. Detectó los puntos débiles del equipo de Bielsa, que defendió siempre muy expuesto, algo que de por sí forma parte de la naturaleza de sus conjuntos. La Celeste evidenció problemas en el retroceso y tuvo que rezar en cada contraataque. Ni siquiera los cambios alteraron la ecuación. El hecho de que los laterales de Uruguay siempre hayan tenido más protagonismo que los extremos delata cómo fue el encuentro. Paraguay estuvo cerca de consumar el batacazo, pero el poste también le ahogó un grito a Diego Gómez.
Paraguay, que quedó en zona de repechaje para el Mundial 2026, fue más y demostró que no viajó a Montevideo para ser partenaire de un partido homenaje. Se plantó con seriedad. Fue empate, pero el duelo táctico lo ganó Alfaro.
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