Por Carlos Saravia Day
El 15 de marzo del año 44 Antes de cristo, Cesar fue al senado solo y sin armas. Sesenta puñales bien afilados lo esperaban. Antes había obtenido la dictadura perpetua, institución que prohibía la ley romana ya que solo era aceptada por seis meses.
El adivino Spurinna lo había advertido que tuviera cuidado ya que todos los auspicios eran negativos.
Sobre la muerte de Cesar dejemos a Suetonio, autor de “La vida de los 12 Cesares”, que cuente: “se envolvió la cabeza en la toga y se bajó con la mano los paños sobre la pierna a fin de caer más noblemente”.
Casio, Longino y Marco Bruto eran los cabecillas de la conjura. Lo que más le dio fue la herida que le propinó Bruto (hijo adoptivo, quizá propio) en la ingle.
Los conjurados estaban convencidos que habían llevado a cabo una ejecución para salvar la Republica.
En la edad contemporánea Nietzsche profetiza en un libro con título sugerente: “El eterno retorno”.
Para algunos la historia es lineal y no se repite para otros es cementerio de errores. Shakespeare dice que es el relato de un loco para muchos idiotas.
Son más los filósofos de la historia que se inclinan por la teoría de la eterna recurrencia con variantes atendiendo que el hombre es el mismo.
El tiranicidio es tratado por la Escolástica española en el siglo XVII. Francisco Suarez, Francisco de Vitoria y Juan de Mariana, siendo este último el que lo ve como la “última ratio”.
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