Por Carlos Saravia Day
Desde que Augusto Comte describiera que en la sociología estaba el secreto de la opinión pública moderna y era ordenadora de la democracia, todos los afanes de la política convergieron en estudiar el fenómeno político más importante de la vida contemporánea. Ayudados por las técnicas auxiliares (encuestas, sondeos y muestras) descubrieron que en las sociedades en crisis (que significa cambio), como la nuestra, uno de los ingredientes que mejor la explica es “la esperanza” como factor decisivo. La esperanza en la mitología es la hermana del sueño y tiene en el mito de Pandora el origen, cuando abrió la caja y se derramaron sobre la faz de la tierra todos los males. Sola quedó la esperanza y que es cuando más falta hace, acuñando el viejo dicho “la esperanza es lo único que queda”.
Aristóteles definió a la esperanza más que como filosofo como rapsoda: “Es el sueño de un hombre despierto”.
Ya pasamos por todos los estadios previos: vigilia, sueño y pesadilla. Como “Night mare” (yegua de la noche) calificaría Shakespeare a la pesadilla.
Cuando el hombre sueña que sueña, está próximo a despertar.
Según Borges, hay una idea de origen demoniaco, la idea de un demonio que causa la pesadilla y así llegamos a la frase más sabia y ambigua, el nombre ingles de la pesadilla: “Nigth mare”, Yegua de la Noche.
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