El gol de Edinson Cavani le dio la diferencia mínima y necesaria al conjunto de Diego Martínez rumbo a la etapa decisiva.
Hay goleador. ¿Hay candidato? Boca, decía Juan Carlos “Toto” Lorenzo, es Deportivo Ganar Siempre. El que quiere chiches -completaba la frase-, que vaya a la juguetería. Y Boca, como marca su historia, ganó el partido que tenía que ganar. El de la clasificación. El de la tranquilidad. El pasaje a un mano a mano con River. De la mano de Edinson Cavani, Boca sacó adelante un partido chivísimo ante Godoy Cruz, se llevó el triunfo por 1 a 0 con diez hombres y el domingo enfrentará otra vez a su clásico rival en un partido a todo o nada.
En la fría tarde de la Bombonera, Boca demoró un tiempo en entrar en calor. En subirle la temperatura al partido. El clima, es cierto, se prestaba para quedarse en casa. Pero Boca no podía faltar a la cita. Obligado a ganar para ingresar a los playoffs sin depender de nadie, estuvo virtualmente eliminado hasta los 40′ del primer tiempo, cuando Edinson Cavani se llenó el empeine de gol para meter a Boca en cuartos.
Ante un rival ya clasificado (que igual puso en cancha a sus mejores valores), Boca salió a jugar, llamativamente, con el freno de mano puesto. Fue, por momentos, un equipo apático, insulso, anodino. Sin sorpresa, sin juego, sin aceleración. Con un Zenón desconocido, que casi no pesó en ataque, Boca se repitió en pases laterales y centro desde los costados que, mal ejecutados, trajeron más peligro en el área propia (el Tomba, de contra, encontraba espacios a espaldas de Equi y Pol Fernández) que en el arco de Petroli.
Boca, para colmo, se quedó con un hombre menos a los 30′ de juego: amonestado desde los 17′, Cristian Medina cometió una falta infantil sobre el lateral y Leandro Rey Hilfer lo mandó a las duchas. Una roja que cambiaría -para bien- el rumbo del partido para Boca. Porque el equipo de Martínez entendió que era momento de apretar el acelerador. Porque ganaba Racing, porque ganaba Lanús, y porque Boca, como River, podía irse al entretiempo afuera de todo, en el sexto lugar.
Lo mejor del triunfo de Boca
Martínez, desde el banco, pedía más acción. Pedía a Lema y Rojo que se adelantaran a la mitad de la cancha. A Advíncula y Saracchi que se sumaran a la línea de los volantes. A Merentiel, que se retrasara unos metros para armar juego. Y a Cavani, el más claro con la pelota, que vaya a buscar al área, que alguna le iba a quedar. Y el Matador, en la primera que tuvo, no perdonó. Como quería Martínez, Advíncula trepó la cancha por derecha, mandó un centro combado al segundo palo y Cavani, con el revés del pie, la puso bien lejos del arquero con un gesto técnico top. Golazo.
Aunque tenía el primer puesto asegurado, Godoy Cruz se adelantó unos metros y Boca, empujado por su gente, plantó batalla en el medio y buscó defenderse con la pelota, lo más lejos posible de Chiquito Romero. Pero el Tomba no quería dejar en Boca en competencia. Ese era, según su DT, el objetivo de Godoy Cruz en la Bombonera: rematar a Boca para no cruzarlo más adelante en una hipotética instancia de semifinal. Y aunque mostró muy poco del fútbol que lo catapultó a la punta de la Zona 2, generó un puñado de situaciones de gol. Las más claras: un toque de Pino en la puerta el área chica que Romero tapó de manera brillante y un remate de Cejas en tiempo de descuento que reventó el travesaño. ¿La suerte del campeón?
El gol de Cavani
A esa altura, Martínez ya había rearmado la línea de cuatro con la entrada de Figal y había reforzado el medio para frenar los embates del Tomba, que llegaba cada vez más claro, con mayor peligro. A esa altura, los hinchas seguían pendientes de lo que ocurría en el resto de los estadios. Más allá de lo que sucedía con Lanús y Estudiantes en el Sur, Boca se cruzaba en cuartos con Argentinos Juniors. Pero todo cambió con el gol de Santiago Ramos Mingo -un ex Boca, nada menos- que le dio el triunfo a Defensa y Justicia, y relegó al Xeneize al cuarto lugar.
El cierre del partido fue a toda orquesta, con la hinchada cantando contra River y los jugadores de Boca trabando literalmente con la cabeza para sostener la ventaja. Entonces, creció el equipo, creció el aliento y creció la figura de Chiquito Romero para sostener a Boca. Y aunque un gol del Tomba dejaba al Xeneize afuera de todo (y subía a Racing, que goleó en Córdoba), ya nadie pensó en Godoy Cruz. Y el clásico empezó a jugarse en la cancha, en las tribunas, en el ambiente. En el palco de Riquelme, que vivió el final del partido como si se tratara de lo que fue, en definitiva: una final.
Boca ganó su final y está a tres pasos, a 270 minutos de volver a gritar campeón. Con Cavani encendido, con Martínez afianzado, con la ilusión intacta. Boca está adentro, sigue en carrera. Y habrá que ver quién lo para.
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