Ya liberado, relata que sufrió un trato “vergonzoso y disciplinador”; está acusado de delitos contra la familia del exgobernador Gerardo Morales que podrían tener una pena de hasta 8 años de cárcel.
Son las 8 y Nahuel Morandini todavía no durmió. Volvió a su casa anoche, después de haber estado preso 53 días. Los primeros tres, los de la celda de aislamiento, fueron los más duros, relata. “Estaba sin zapatillas, sin ropa interior, sin mis lentes, solo con mi remera y mi pantalón. No podía salir de la celda vestido, tenía que salir desnudo. Cada vez que se presentaba un oficial o el servicio de salud, tenía que desnudarme. Me dieron una palangana para hacer mis necesidades, comía con la mano. Esos días varias veces me filmaron desnudo”.
“Es insólito, es vergonzoso, disciplinador, aterrador lo que nos pasó”, dice. “Es una cosa de locos que nos salgan a perseguir por tuitear”. Habla en plural porque después del paso por la celda de aislamiento, el resto de sus días en prisión los pasó con Roque Villegas, acusado junto a él en la misma causa. Villegas, por haber replicado en Facebook mensajes sobre la supuesta infidelidad y una foto trucada de la familia de Morales. Morandini y Villegas compartieron celda en la cárcel de Gorriti, en un pabellón con otras 64 personas, cuenta. Hasta que los detuvieron, ellos dos no se conocían.
“Nos dijeron que nos mandaron a un pabellón tranquilo, con personas próximas a salir o que no eran violentas. Pero la verdad es que nada era tranquilo para mí. Yo no estoy habituado. Nunca había estado preso ni había convivido con un ambiente delictivo”, relata. Cuenta que tenía miedo por él, pero también por lo que pudiera pasarle a su familia afuera. Dice que dentro del penal podía leer y que eso lo ayudó mucho porque le permitió sostener una suerte de rutina, sobre todo por las mañanas, pero que las formas eran casi siempre muy hostiles. “Me decían que tenía que mirar para abajo, para la pared, con las manos atrás, en una actitud servil”.
Morandini supone, no obstante, que lo trataron como a uno más de la población carcelaria jujeña. “No creo que el trato que recibí yo haya sido una excepción”, dice a LA NACION. Lo que sospecha –según cuenta– es que buscaban quebrarlo para que admitiera los delitos de los que lo acusan. Le imputan “lesiones psicológicas agravadas en contexto de violencia de género” (contra Snopek) “en concurso real con el delito de tornar incierta la identidad de una menor de 10 años” (la hija de Snopek y Morales).
Morandini relata que, a través del primer abogado que tuvo, le ofrecieron un juicio abreviado (un acuerdo con la fiscalía de una pena determinada a cambio de admitir la responsabilidad). “Me tenía que hacer responsable de cosas que no hice y ¿cómo querían lograr eso? Amedrentándome, trasladándome, presionándome, desnudándome, sometiéndome, para que uno, como le pasa a la mayoría de las personas que están en un sistema penitenciario, se quiebre. No lo hice y no lo voy a hacer”, afirma Morandini. Según él, ni siquiera estaban claras las condiciones de ese juicio abreviado. Dice que primero le dijeron que podría cerrarse en tres años, pero que después a su mujer le dijeron cuatro, lo que entiende que implicaría una prisión efectiva.
Morandini culpa de su suerte a Morales y al actual gobernador, Carlos Sadir, también radical y ahijado político de Morales. “No sé cuáles serán los pasos que irán a seguir la Justicia y el gobernador. Yo hice responsable al gobernador por mi integridad y cualquier cosa que me pase a mí o a mi familia, y voy a seguir responsabilizando al gobierno”.
Esta mañana, en una entrevista con radio Mitre, Morales dijo que Morandini le generó un daño irreparable a su familia y lo acusó de formar parte de una banda que intenta dañarlo y está vinculada con Milagro Sala y la organización que ella lidera, la Tupac Amaru. Argumentó que Morandini tiene los mismos abogados que defendieron a Sala.
“No pertenezco a ninguna agrupación política. Yo residí hasta 2014 fuera de Jujuy, en Salta. Sí tengo mis ideas y participe de paros y asambleas docentes, pero lo que dice el exgobernador no es cierto –contesta Morandini–. Están las pruebas: lo que dice de la conspiración es absolutamente falso. Él acusa a todos de ser armadores de Milagro Sala”.
Morandini sostiene que después de los días que pasó en prisión, siente que tiene una responsabilidad que antes no tenía. “Sé que mi vida no va a ser lo que era mi vida de antes. No lo he buscado, pero creo que ahora mi denuncia es necesaria”, sostiene.
¿Se arrepiente de su tuit? “No me parece que eso sea el eje principal en este momento, por el trato recibido y por el proceso. Después podré reflexionar sobre lo acontecido, pero acá hubo un abuso de autoridad. Primero debería haber un pedido de disculpas sobre mi persona y después podemos conversar. Haber tenido este tratamiento me parece desproporcionado”, sostiene.
Morandini relata que los abusos empezaron desde el momento de la detención, cuando lo fueron a buscar policías que primero dijeron ser civiles que necesitaban ayuda y después pretendían llevarlo a la comisaría “en un auto sin patente”.
Aunque hoy está libre, este tema está lejos de estar cerrado para él. Sobre Lucía González, la madrina de su hija mayor, pesa una orden de captura. Moradini y González compartían un grupo de WhatsApp a cuyo contenido accedieron los investigadores cuando peritaron el teléfono de él, un grupo en el que González, una arquitecta de 42 años que hoy está en Uruguay, habló de la supuesta infidelidad de Snopek. Pero además, Morandini está a punto de ir a juicio por este caso. El fiscal que lo acusa, Walter Rondón, dijo a LA NACION que calculaba que en un mes podría haber una sentencia.
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