Facundo Colidio, sobre la hora, marcó el tanto de la victoria. Había abierto el marcador Rondón y Passerini había marcado la igualdad transitoria para el Pirata. Hubo un milimétrico fallo del VAR que privó del gol a Jara cuando el marcador estaba sin goles.
Los jugadores de River saltaban, cantaban, se abrazaban y deliraban con esas miles de personas que coparon la popular Willington y la platea Ardiles, a puro rojo y blanco. Hubo fiesta del Millonario en Córdoba. Eran gritos de alegría y de desahogo. Es que el equipo de Núñez venció 2-1 a su karma, Belgrano, y se metió en la semifinal de la Copa de la Liga. Así, superó la maldición de los cuartos de final en esta competencia y sigue en carrera para conseguir otro título en este 2023, en el que ya fue campeón de la Liga Profesional.
La escena final se dio por ese gol agónico de Facundo Colidio cuando se jugaba el tiempo de descuento. Un zurdazo rasante que se metió en la esquina derecha del arco de Losada tras un buen centro atrás de Enzo Díaz. Justo el ex Tigre, quien, en la Copa de la Liga de 2022, jugando para el Matador, había provocado la eliminación de River, con un tanto suyo.
Y ese empuje en el final tal vez haya sido el motivo por el que River ganó el partido. Porque, fiel a su estilo, tuvo nunca renunció al triunfo y se tuvo fe para evitar los penales y que el encuentro concluyera en los 90 minutos.
Es que la definición llegó en uno de los peores momentos del equipo de Núñez en el partido. Cuando Belgrano, envalentonado por el empate parcial, todavía lo azotaba. De hecho, antes de la jugada decisiva, el Pirata tuvo su chance en los pies de Passerini, pero le quedó atrás y ya estaba extenuado tras haber hecho un gran esfuerzo.
En la contra, River fue a fondo. Y si bien no le salió la jugada en la primera, cuando la pelota volvió a Pity Martínez, el zurdo enganchó y tocó a Barco, el ex Independiente abrió para Enzo Díaz que le pasó como toda la tarde-noche por la izquierda y llegó el fondo para tirar un centro que fue una daga para la defensa de Belgrano, que sucumbió ante la definición de Colidio.
Justamente, esa fue la principal intención que River tuvo durante casi todo el encuentro. La de llegar por afuera con los laterales. De hecho, el primer gol también llegó por un centro de Enzo Díaz a la cabeza de Salomón Rondón, que terminó en la red tras el desvío en Moreno.
Del otro lado, River también buscó con Santiago Simón, aunque sin tanto éxito más allá un par de centros picantes, uno de ellos bien anticipado por Losada en el primer tiempo cuando Aliendro entraba para definir. El arquero de Belgrano fue clave también para sostener a su equipo al sacarle dos mano a mano a Nicolás De La Cruz en el segundo tiempo, uno de ellos tras una jugada generada por el uruguayo con un autopase tras una descarga de Rondón.
Hasta ahí, la descripción del encuentro parecería dar la sensación de que River superó a Belgrano en el desarrollo. Pero no fue así. Salvo la jugada del final, lo del equipo de Demichelis fue más por jerarquía individual que por construcción colectiva. Y en ese rubro, Nicolás De La Cruz fue el más destacado una vez más. El uruguayo fue un todoterreno en el mediocampo.
A River se le complicó nuevamente con el retroceso. Y también asumió riesgos con los marcadores centrales muy adelantados. Y tanto González Pirez como Paulo Díaz pagaron más de una vez a tal punto que en varias corridas de Belgrano quedaron expuestos. Como así también con los centros que llegaron desde los costados. Faltó marca no solo con el receptor sino también con el ejecutor.
En una oportunidad, cuando el partido iba 0 a 0, River zafó por la intervención del VAR para anular el gol de Jara, quien en el inicio de la jugada en la mitad de la cancha estaba adelantado por milímetros.
En la otra que la pelota terminó en la red por un imponente cabezazo de Passerini tras el envío de Lencioni, la tecnología volvió a acertar al convalidar el tanto que había sido anulado por el asistente Pablo Gualtieri.
Parecía que a River se le venía la noche tras ese tanto. Porque Belgrano, que con pierna fuerte y al límite, fue con todo por el triunfo. Pero la última bola, que giraba de lado a otro, no fue celeste. Se tiñó de rojo y blanco.
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