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En la BomboneraLa historia del árbitro Andrés Merlos: es suboficial de la Fuerza Aérea, estuvo cuatro meses en la Antártida y dirigirá su primer Boca-River

Corre la temporada 1998 y en una parada de colectivos en Coronel Olmedo, localidad ubicada a diez kilómetros de Córdoba capital, se encuentra un joven Andrés Merlos, de 17 años, vestido con uniforme militar, llorando desconsoladamente y con las manos tomándose el rostro. En ese preciso instante, cruza delante suyo una pareja de unos 45 años. Lo que está por suceder le va a cambiar la vida.

«¿Te puedo ayudar?», le dice la mujer al futuro árbitro, que ni en el más fantasioso de sus sueños se imaginaba que 25 años después iba a ser elegido para dirigir un Superclásico, su primero, ni más ni menos. «No, no me puede ayudar», respondió él, desganado, aunque la insistencia de la señora lo haría descargar toda su tristeza. La historia necesita contexto.

Aunque nunca le faltó para comer, Merlos vivió una infancia de muchas necesidades y vio en la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) una salida. De su Mendoza natal se fue a Córdoba, solo, con 15 años a estudiar Mecánica Aeronáutica. Vivía de lunes a viernes en el Pabellón de Estudios de la FAA y los fines de semana se hospedaba en la casa de un primo de su madre, hasta que hubo un momento en que no pudo seguir ahí. Su mamá tampoco tenía para pagarle un lugar propio, entonces se tenía que volver a su tierra. Una situación dramática para él.

Estaba esperando el colectivo que lo iba a dejar en la terminal de micros de larga distancia que lo llevaría de regreso a su casa. Un golpe anímico de nocaut. Sin embargo, como si se tratara de un gol sobre la hora que cambia la dinámica de un equipo que viene teniendo una mala temporada, allí aparecieron Marta y Alberto, sus ángeles de la guarda. Él les explicó la situación y ellos, sin dudarlo, le ofrecieron un hogar para que pueda continuar con sus estudios. Momento de quiebre.

Andrés Merlos se recibió de Suboficial de las Fuerzas Aéreas en 1999.
Andrés Merlos se recibió de Suboficial de las Fuerzas Aéreas en 1999.

Recapitulamos. Andrés Luis Joaquín Merlos nació en San Rafael, Mendoza, el 8 de mayo de 1981 en el seno de una familia humilde, criado por una madre soltera y su abuela materna. Pasaba horas y horas jugando al fútbol en las calles de tierra circundantes a su casa, desde que llegaba de la escuela por la tarde hasta que se hacía de noche y lo llamaban a comer. Soñaba con ser futbolista. Los caminos de la vida, muchas veces impredecibles, lo terminaron llevando por otro lado.

«Tenía una tía que se casó con un militar. Él se había ido a la Antártida y trajo videos. Me los mostró y me incentivó. Yo era chico y pensaba que me encantaría conocer la Antártida, entonces me metí para probar. No fue fácil. Tenía 15 años, era irme solo a Córdoba… pero vivía ahí, tenía un sueldito chiquito», contó en una entrevista con Juan Pablo Bongarrá.

Superó un ingreso de 2000 aplicantes en el que apenas quedaron 120, comenzó a estudiar en la escuela aeronáutica y quedó instalado en Córdoba. Allí, después de un año y medio de comenzar con sus estudios, se dio la situación que marcaría un quiebre en su vida. Cuando parecía que anticipadamente esta aventura llegaba a su fin, aparecieron Marta y Alberto, Mamina y Papino para él. No les sobraba nada, pero eran fervientes creyentes en la fe cristiana y disfrutaban ayudar desinteresadamente. Por eso, le hicieron lugar en un pequeño cuarto que tenían como depósito y así pudo seguir con su carrera.

Al principio, a su madre, Rosa Ivonne Merlos, no le gustaba nada la idea que su hijo se mudara de provincia a la casa de unos completos desconocidos. Lógicamente, se oponía. Allí intervino su tío militar, hermano de Rosa Ivonne, que justo tenía que viajar a Córdoba. Fue a conocer a estas personas, que de completos desconocidos pasaron a ser parte de la familia, y él bajó un mensaje de tranquilidad para quienes habían quedado en Mendoza. No había de qué preocuparse.

Así las cosas, Merlos completó los tres años de la carrera militar y se recibió de suboficial con especialidad de mecánico de avión. Fue destinado a Tandil y también se desempeñó en Ceremonial y Protocolo en la Secretaria General del Cóndor. «En un momento me fui unos meses a San Rafael y conocí a mi esposa Gabriela, madre soltera con dos hijos, Lucas y Agustina. Me enamoré de ella y en esos chicos veía reflejada mi vida. Volví a entrar a la Fuerza, hice el año que me quedaba y tuvimos dos hijos más: Camila y Joaquín», contaba con el orgullo del camino recorrido. Nada hubiera sido posible sin Marta y Alberto, piensa, y les agradece eternamente.

El último partido de Merlos en la Bombonera, por la LPF 2023: expulsó a Payero y Nardoni. Foto: Alejandro Pagni/AFP.
El último partido de Merlos en la Bombonera, por la LPF 2023: expulsó a Payero y Nardoni. Foto: Alejandro Pagni/AFP.

«Mamina, prendé que estoy por salir en la tele», le dijo un día a su ‘mamá del corazón’, ya como árbitro de Primera División, minutos antes de salir al aire en un canal de televisión. Pero, ¿cómo es que llegó a ser referí?

Necesitaba algo más. Si bien el trabajo en la Fuerza Aérea le alcanzaba para vivir, tenía que conseguir otro. Fue remisero, plomero y jardinero en forma intermitente hasta que un día, conversando con un compañero de la aeronáutica que era árbitro, se decidió a probar suerte con el silbato. Dio en la tecla. Hizo el curso nacional en Olavarría, comenzó dirigiendo en la Liga Tandilense de fútbol y llegó donde soñaba como futbolista, pero vestido con colores fosforescentes y con un silbato en la boca. Nada mal.

En la aeronáutica, en tanto, también alcanzó el pico de sus aspiraciones. «Tuve la posibilidad de ir a la Antártida en 2005, haciendo tareas en la parte de electricidad. Volamos a Ushuaia, embarcamos el Irizar (Almirante Irizar, buque de la Armada Argentina) y estuvimos navegando por toda la Antártida. Estuve en la Base Matienzo con otras diez personas durante cuatro meses, sin teléfono, sin internet, sin nada. Fue muy lindo», contó.

El minuto fatídico de Merlos que lo volvió viral

Si aquella tarde de Coronel Olmedo en que se enteró que debía dejar la escuela aeronáutica y volver a su casa fue uno de los peores momentos que le tocó vivir en su vida, la noche de Lanús vs. Arsenal por el Torneo de Transición 2014 está en segundo lugar.

Tras el gol del empate del Granate, que se puso 2-2 gracias un gol del Pulpo González a los 50 minutos del segundo tiempo, Martín Palermo y especialmente Roberto Abbondanzieri, DT y ayudante de campo de los del Viaducto, quedaron enfurecidos con Merlos porque el empate llegó cuando ya se había consumado el tiempo de adición.

La protesta de los dos ex futbolistas de Boca, sumada a lo de todos los jugadores de Arsenal y tras el tumulto que se generó en la mitad de la cancha, el juego quedó demorado. Entonces, el árbitro decidió adicionar un minuto más. Allí llegó el gol de Lautaro Acosta, luego de una serie de rebotes dentro del área, y el escándalo fue mayúsculo.

«Tendría que haberlo terminado después del 2-2», se repetía a sí mismo una y otra vez en las horas posteriores al partido en la Fortaleza. Le debe haber costado dormir esa noche. «Tuve un minuto fatal», reconocería tiempo después, una vez calmadas las aguas. Le llevó tiempo recuperarse de ese error. Pero lo logró y este domingo tendrá su gran momento, en la Bombonera, dirigiendo por primera vez un Superclásico.

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