Por Mateo Saravia*
Tras largo período de infame latrocinio, la heroica acometida del fiscal Luciani contra una mega causa de corrupción en la Argentina, nos invita a objetar el “delay” de un poder judicial que se debate entre la genuflexión, la mera procastinación o simplemente consagrando la ineficiencia institucional.
La grotesca evidencia que revelan los archivos del caso y su innegable atribución a audaces esperpentos, nos remite a una sociedad apática que rayana en la ataraxia, indiferente contemplaba en el año 2008, es decir hace 14 años, a una legisladora nacional, con un coraje prácticamente extinto en la actual dirigencia política, la exposición de las primeras denuncias de una cebada matriz cleptocrática.
La cobardía y/o complicidad de nuestras instituciones, desoyendo entonces tales advertencias, le concederán el libre obrar al incurrir en la omisión de sus funciones. Más tarde el “pacto con Irán” tendrá un desenlace sin precedentes en la historia argentina con el magnicidio del fiscal Nisman, quien, en vísperas de la exposición de dichas pruebas ante el congreso de la nación, será extinto groseramente. La procacidad de las imágenes que en vivo se transmitían desde el lugar de muerte del fiscal, evidenciaban una ostensible violación de los protocolos por parte de los peritos forenses, un agente limpiando burdamente el arma que puso fin a su vida, etc. Así, con advertencias mafiosas se confirmaba el aforismo de Yabrán cuando le preguntan en qué consistía el poder, a lo que respondía imperturbable: “el poder es impunidad”.
Hoy vuelve a confirmarse esta triste expresión en un spot de campaña electoral con la grotesca aparición de José Auge junto al candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Fernando Burlando.
Aquél, sindicado como uno de los asesinos de José Luis Cabezas, fotógrafo que hizo visible la cara del misterioso Yabrán. Éste su letrado defensor, al cual bien cabrían estos versos de Lope de Vega:
“un soneto me manda hacer Violante, Que en mi vida me he visto en tal aprieto, Catorce versos dicen que es soneto,
Burla Burlando van los tres delante…”
Ante un gobierno anodino y frágil, que tambalea en la endeblez moral que subyace en sus instituciones, puede vislumbrarse una corajera rezagada y a destiempo por parte de una justicia que airosa, hará leña del árbol caído. Sin embargo, las expectativas de un fallo ejemplar por parte del último bastión republicano, como lo es el poder judicial, en diversos casos que no resisten archivo, son el reclamo de una sociedad desencantada de la política y a riesgo de correr un mayor peligro, el de descreer también en sus instituciones.
Luego del fenómeno Luciani, ¿Tendrá la Justicia Argentina la suficiente y pregonada independencia de poder como para darle sostenibilidad a este indispensable pilar de la república? Lejos de ser un arengador de retaguardia, Luciani enrostró la adversidad animando esperanzas a una sociedad abatida por los atropellos e injusticias por parte de quienes comandan sus instituciones, asumiendo riesgos y sobre todo responsabilidad republicana. Tal vez el fiscal Luciani sea el Teseo que de fin al minotauro, pero para salir del tortuoso laberinto, una sucesión de firmes voluntades republicanas deberán obrar sinérgicamente en el hilado y confección de la madeja de Ariadna, para darle consistencia al ovillo redentor.
*Mateo Saravia es médico y dirigente de la UCR Salta
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