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Mexico Quién era Pancho Villa, el único latinoamericano que invadió EEUU

La historia se conoce poco: en 1915 Pancho Villa, uno de los personajes más importantes de la Revolución Mexicana, recibió una carta confidencial desde Washington, Estados Unidos.

«Mi querido general: dirijo a usted estas líneas para informarle que se nos ofrece en venta un submarino propiedad de los mejores astilleros del país», decía la misiva.

«Por su capacidad como por su armamento pudiera ser de grandísima utilidad a usted, para reducir a los cañoneros nuestros aún no sometidos al gobierno».

En ese entonces Villa y su ejército, conocido como la División del Norte, estaba en guerra contra el gobierno mexicano encabezado por el presidente Venustiano Carranza.

Era un momento difícil para el revolucionario, quien había enfrentado algunas derrotas y cada vez le era más complicado conseguir dinero.

Además, debido a la Primera Guerra Mundial eran pocas las posibilidades de conseguir armas.

La oferta que recibió de Washington era tentadora. Villa, dicen especialistas, consideró seriamente la posibilidad de comprar el submarino.

«Tiene una lógica enorme» le dice a BBC Mundo Pedro Salmerón Sanginés, director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) y autor de varios libros sobre Pancho Villa.

Los ejércitos que apoyaban al presidente Carranza mantenían el contacto por vía marítima, a través de la armada mexicana compuesta, en esa época, por siete embarcaciones.

Al final Villa no compró el submarino, pero la anécdota revela una de las facetas del personaje que es uno de los más icónicos de la Revolución.

Y también uno de los más queridos por los mexicanos. Francisco Villa, conocido también como «El Centauro del Norte» es el único latinoamericano que encabezó una invasión a Estados Unidos.

El incidente ocurrió el 9 de marzo de 1916, cuando unos 600 soldados de la División del Norte atacaron el pueblo de Columbus, Nuevo México.

Como represalia, el gobierno estadounidense envió a más de 5.000 soldados para cazar al «Centauro del Norte».

El número de militares se duplicó en pocos días, pero la expedición no pudo atrapar al revolucionario.

«Con un submarino hundes esos barcos y desarticulas por completo la conexión militar del carrancismo» explica el historiador.

Invasión a EE.UU.

Al final Villa no compró el submarino, pero la anécdota revela una de las facetas del personaje que es uno de los más icónicos de la Revolución.

Y también uno de los más queridos por los mexicanos. Francisco Villa, conocido también como «El Centauro del Norte» es el único latinoamericano que encabezó una invasión a Estados Unidos.

El incidente ocurrió el 9 de marzo de 1916, cuando unos 600 soldados de la División del Norte atacaron el pueblo de Columbus, Nuevo México.

Como represalia, el gobierno estadounidense envió a más de 5.000 soldados para cazar al «Centauro del Norte».

El número de militares se duplicó en pocos días, pero la expedición no pudo atrapar al revolucionario.

Fue la segunda invasión a territorio estadounidense, quien sólo había enfrentado una crisis parecida en 1814 cuando la marina británica desembarcó en la costa oeste de ése país.

El ataque a Columbus contribuyó a crear un mito alrededor del Centauro del Norte, alentado por una conflictiva relación de los mexicanos con su vecino.

Antes del incidente habían ocurrido dos invasiones estadounidenses, en 1847 y 1914. En la primera México perdió la mitad de su territorio.

Así, la expedición punitiva de Villa se convirtió en un ícono. Y de acuerdo con el historiador Salmerón envió también un mensaje.

«Es una idea en la cual se va mostrando que México no es invadible, que a Estados Unidos no le conviene invadir a México».

Curiosamente, coinciden especialistas, en la decisión de atacar al pueblo estadounidense aparentemente no existió ánimo de venganza.

Villa creía que el presidente Venustiano Carranza pretendía firmar un acuerdo de colaboración con el gobierno de Estados Unidos que, según el revolucionario, ponía en riesgo la soberanía mexicana.

El pacto nunca existió, pero el «Centauro del Norte» estaba convencido de que sí.

Bandolero

El episodio de la invasión es una parte de la historia del revolucionario, sobre quien se construyeron mitos y leyendas pero que más de un siglo después es un ícono para los mexicanos.

Doroteo Arango (1878-1923) su verdadero nombre, fue un bandolero que pasó una parte de su vida huyendo de la justicia. Desde adolescente fue asaltante de caminos y ladrón de ganado.

En su libro «Pancho Villa. Una biografía narrativa», el escritor Paco Ignacio Taibo II dice que el Caudillo del Norte «solía despertarse, casi siempre, en un lugar diferente del que originalmente había elegido para dormir».

Una costumbre de sus años fuera de la ley. «Tenía miedo de que la debilidad de las horas de sueño fuera su perdición».

En 1910 se unió al Plan de San Luis, promovido por Francisco I. Madero, con el que llamaba al país a levantarse en armas contra el entonces presidente Porfirio Díaz.

El Plan fue la respuesta al fraude en las elecciones de ese año, donde Madero fue candidato. Es el inicio de la Revolución Mexicana.

Villa era un personaje popular en el norte de México, especialmente en Chihuahua. La decisión de unirse al movimiento armado fue apoyada rápidamente por miles de personas.

Decenas de pueblos de ese estado se quedaron prácticamente vacíos pues todos los hombres -y muchas mujeres- se unieron a la División del Norte.

El «Centauro del Norte», coinciden especialistas, era un hombre iletrado pero también un gran estratega militar.

De hecho la División del Norte, formada por más de 30.000 soldados, fue decisiva en la derrota del ejército de Díaz y su decisión de abandonar el país para siempre. Su eficacia en el combate es parte de la leyenda, dice Taibo II.

Uno de los mitos, por ejemplo, es que su estrategia militar fue estudiada por Mao Tse Tung y Erwin Rommel, «El Zorro del Desierto» quien fue jefe de las operaciones militares de Adolfo Hitler en África durante la Segunda Guerra Mundial.

No fue cierto.

Villa, vigente

La estrategia militar es una de las facetas más conocidas de Doroteo Arango pero en realidad la biografía del personaje va más allá, dicen especialistas.

Villa, junto con otro personaje icónico de la Revolución, Emiliano Zapata, tenían un proyecto «de revolución social» dice Salmerón, para terminar con la desigualdad que se profundizó durante el gobierno de Porfirio Díaz.

Un país donde el 70% de los habitantes eran analfabetos y más de la mitad vivía en condiciones de pobreza.

El Centauro del Norte, por ejemplo, prohibió los latifundios en Chihuahua, el estado más grande de México.

Una decisión fundamental en una entidad donde un solo hacendado, Luis Terrazas, era dueño de 2,4 millones de hectáreas de tierras.

El personaje, quien fue gobernador en 1861, solía decir: «Yo no soy de Chihuahua, Chihuahua es mío».

Villa fue gobernador interino del estado en 1913 pero en ese lapso «una persona que apenas sabía leer y escribir», como era el Centauro del Norte, «fundó en un mes 50 escuelas» dice el escritor Taibo II.

Pero al mismo tiempo el personaje tenía fama de ser un personaje violento e implacable. «Villa era muy salvaje, muy de primeras reacciones» dice el escritor.

En México, por ejemplo, se atribuye al revolucionario la frase «primero mato, luego averiguo», una forma de definir a las personas que suelen tomar decisiones extremas.

A pesar de las contradicciones, la imagen del Centauro del Norte sigue presente en México, insiste el historiador Pedro Salmerón.

Villa, junto con Zapata, «representan en este momento la lucha de los pueblos en defensa de sus tierras, sus recursos y su cultura» explica.

Una batalla parecida a la que impulsó a los personajes a sumarse a la Revolución Mexicana, hace 109 años.

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