Hasta mediados de 1960, Noruega fue un país pobre, pero antes de concluir esa década ya se había convertido en uno de los más ricos del planeta. Este sorprendente cambio se produjo gracias al hallazgo de petróleo en sus costas, algo que originó un ingreso extraordinario en su economía y ayudó a configurar uno de los más avanzados estados de bienestar.
Considerado desde siglos como el primo pobre de sus vecinos Dinamarca y Suecia , que se lo pasaron de mano en mano a lo largo de la historia, este país de poco más de 5,4 millones de habitantes pasó de ser tierra de pescadores y pastores a una potencia económica, con una de las sociedades más igualitarias del mundo, los más bajos niveles de corrupción y, según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas , la mejor calidad de vida.
Con un producto bruto interno (PBI) per cápita de US$65.505 (US$10.000 por encima del de los Estados Unidos ) y el sistema de pensiones más igualador de Europa, los noruegos tienen una vida sin sobresaltos, aunque todavía conservan sus costumbres austeras, incorporadas durante décadas a fuerza de privaciones.
Carmen Plaza, una guía española que convive con un joven noruego, cuenta cómo los abuelos de su pareja todavía manejan su economía como si no se hubieran dado cuenta de que ahora tienen un mejor poder adquisitivo. «Recién las generaciones más jóvenes se atrevieron a darse algún gusto, pero en general acá nadie malgasta el dinero. Tampoco está bien visto el lujo y la ostentación», comenta.
La tasa de desempleo en Noruega es una de las más bajas entre los países de la OCDE ( Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, según sus siglas en inglés): 3,5%. Pero esto amerita un comentario extra: al mismo tiempo, según un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), la ausencia del trabajo debido a una enfermedad «es la más alta entre los países de la OCDE, y también lo es el gasto en beneficios relacionados con la salud, que representa más del 5% del PBI».
Aproximadamente una quinta parte de la población en edad de trabajar recibe ayudas económicas relacionadas con problemas de salud o discapacidad, que son casi todos los que no trabajan. «Por lo tanto, los beneficiarios de prestaciones por discapacidad a veces se consideran como desempleo disfrazado o jubilación anticipada en Noruega», comenta Sergiu Maznic, senior consultant de Pöyry, una empresa con negocios en el país escandinavo.
Esto no es sorprendente. Existe una relación inversa entre los países europeos entre las tasas de desempleo y las tasas de los beneficiarios de prestaciones por discapacidad. «Las economías con bajo desempleo a menudo tienen altas tasas de discapacidad, lo que sugiere que las dos formas de seguro del mercado laboral tienden a ser utilizadas como sustitutos», se explica en el informe del FMI.
En lo que hace a salario mínimo, Noruega no tiene un parámetro general, pero sí se han estipulado pisos en algunas actividades, a través de convenios colectivos. Así, por ejemplo, en el sector de la construcción un trabajador calificado gana como mínimo 209 coronas noruegas por hora (traducido a pesos argentinos -el cambio es $4,98 por 1 corona- y multiplicados por 160 horas, que sería la carga mensual, equivale a $166.531). En tanto, un empleado del rubro sin calificación ni experiencia gana 188 coronas por hora ($149.798 por mes).
Los trabajadores de limpieza tienen un salario mínimo de 187 coronas por hora ($931). Para el trabajo entre las 21 y las 6, se acordará un suplemento de pago en cada caso individual, que no puede ser menor a 26 coronas por hora. Otro ejemplo: los empleados que realicen transporte de mercancías por ruta (con vehículos con un peso total superior a 3,5 toneladas) tienen un salario mínimo por hora de 175,95 coronas noruegas ($876).
En conclusión, se gana muy bien en este país. Pero claro, eso también tiene su contracara: todo en Noruega es carísimo. Un solo dato ilustra esto: la compra en el supermercado es la más cara del mundo. Un litro de leche, por ejemplo, puede costar 19 coronas ($94,62), una botella de 30 cl de agua, unas 16 coronas ($79,68), un pan de margarina (500 gramos), 26,90 coronas ($133,96) y un frasco de mermelada de 400 gramos, 20 coronas ($199,20).
Pero sin dudas lo que tiene un precio que al visitante le parece directamente una locura es el alcohol. En un bar, una pinta de cerveza puede llegar a valer entre 80 y 115 coronas ($398,4 y $572, respectivamente). ¿Y si se la compra en el supermercado? Imposible. Al igual que en Suecia y Finlandia, Noruega prohibió la venta de toda bebida que supere los 3,5% de graduación en supermercados y otros locales que no sean bares o restaurantes.
El Estado tiene el monopolio de la venta de alcohol y lo comercializa en sitios conocidos como vinmonopolet, que tienen estrictos horarios de atención al público. Es que el control del alcoholismo caló fuerte en este país; razón por la cual también está prohibido tomar alcohol en la vía pública.
Pero, volviendo al principio, ¿qué le permite al país de los fiordos ser una potencia económica? El petróleo, por supuesto, pero también la inteligencia que tuvieron sus gobernantes para administrar las repentinas ganancias que les empezó a brindar el oro negro. Crearon un fondo del petróleo, del cuál solo se puede usar 4% en el presupuesto nacional; el resto está todo invertido en las principales empresas del mundo.
La estrategia del fondo tenía un doble objetivo: ahorrar para los tiempos de las vacas flacas y evitar que la economía del país sufriera la llamada «enfermedad holandesa», la dolencia que ha afectado las finanzas de muchos países exportadores de crudo alrededor del mundo y que se manifiesta en problemas como una alta inflación y una baja producción industrial.
El fondo petrolero es administrado por NBIM, una división de Norges Bank. Invierten la mayor parte del dinero en capital y activos de renta fija, algo que entre el 1° de enero de 1998 y abril de 2019 generó un rendimiento anual de 5,8% (después de los costos de gestión y la inflación, el rendimiento anual ha sido del 3,9%). Su éxito es tal que, según The Economist, sus ganancias anuales superan actualmente los ingresos que recibe Noruega por exportación de petróleo.
Pero hay algo más que sostiene este estado de bienestar, sin pobreza, desempleo ni inflación: los impuestos. Todos los países nórdicos son famosos por su alta carga tributaria, que vuelve luego a la sociedad en salud, seguridad, educación y transporte, entre otras cosas, y Noruega no es la excepción: según la OCDE los ciudadanos noruegos pagan 38% de sus ingresos en impuestos. Pero la buena noticia para ellos es que pagan mucho menos que los daneses (46%), suecos (44%) y fineses (44%). Entre los nórdicos, solo Islandia tiene una carga impositiva menor (36%).
Sucede que el gobierno noruego emprendió hace unos años una reducción de impuestos, como una forma más de mejorar el ánimo de los ciudadanos. Y lo está logrando: en 2011, el porcentaje que pagaban los contribuyentes sobre sus ingresos era de 42%, cuatro puntos más alto que en la actualidad. «Nuestros políticos han decidido que deberíamos tener altos impuestos indirectos, lo que significa que en este país usted tiene que pagar mucho en IVA, mucho en impuestos de automóvil y una tarifa alta en el alcohol, entre otras cosas», se señala en Forsnink.no, un portal de noticias noruego.
Luego de cinco décadas de fortalecimiento económico basado en la exportación de petróleo (hay que destacar que vende todo lo que produce, ya que 99% de su matriz energética está cubierta por energías renovables), Noruega ya tiene un «plan B» para cuando se agoten los yacimientos: la pesca. En 2018, exportó 2,7 millones de toneladas de productos del mar, con lo que alcanzó un nuevo récord de 99.000 millones de coronas (US$11.480 millones) en ingresos, 10% de las exportaciones totales del país.
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