La redacción de “Donne, Chiesa, Mondo” (Mujer, Iglesia y Mundo), que se distribuye mensualmente con el diario del Vaticano, dimitió y denunció que se quiere volver a un control por parte de los hombres.
Como se temía, los cambios que el Papa Francisco introdujo en el manejo de las comunicaciones de la Santa Sede con la creación de un nuevo grupo que ha cambiado estilos y contenidos han ido más allá de lo que se proclamaba, hasta liquidar la gran experiencia de la revista de las mujeres del diario vaticano L’Osservatore Romano, que ha combatido batallas legendarias, como la denuncia de la situación de las monjas, utilizadas como sirvientas, en el mismo Vaticano, según informó Clarín.
“Estamos tirando la toalla porque nos sentimos rodeadas de un clima de desconfianza y de progresiva deslegitimación”, escribe en el editorial del próximo número, 1 de abril, la responsable del suplemento, profesora Luceta Scarafía. Ella y todo el comité editorial han renunciado, denunciando que se quiere volver a un control por parte de los hombres.
Lucetta Scaraffia publicará un editorial en el próximo número del 1 de abril, que será el último y en el que explicará los motivos de este gesto (AP).El Papa ha sufrido, y en parte es culpa suya, una derrota que tal vez no advierte. Su autoridad podría haber evitado el fin de una experiencia admirable, que convirtió a la revista y a la calidad intelectual y humana de Luceta Scarafía en importantes mensajeros de la condición femenina, sobre todo en el mundo católico. Pero hace tiempo que se veía venir este final.
La interna vaticana sigue produciendo hechos desconcertantes que emergen no de la conspiración de la ultraderecha conservadora sino del seno mismo de la conducción en las altas cumbres, donde se mueven burócratas con sotana y fuerzas capaces de domar cualquier “anomalía”.
La redacción del suplemento «Mujer, Iglesia, Mundo”, que se distribuye mensualmente junto con el L’Osservatore Romano, ha enviado una carta abierta a Jorge Bergoglio, mientras que en su último editorial del 1 de abril, Sacarafia destaca que “con este número se interrumpe, después de siete años” nuestra colaboración, porque notamos que ya no hay condiciones para continuarla”.
La razón: la línea editorial de amplia independencia, “no ha encontrado el apoyo de la nueva dirección del diario”. Scarafía acusa al nuevo director Andrea Monda de “querer dirigir el suplemento” y de haber seleccionado por arriba a un grupo de mujeres colaboradoras “que aseguran obediencia”, renunciando a cualquier posibilidad de “abrir un verdadero diálogo, libre y valiente.
Lucetta, la mujer de más alto perfil en el Vaticano, considerada la única feminista en circulación, profesora de Historia de la Universidad Nacional de Roma La Sapienza, recuerda: «No fuimos los primeros pero lo hicimos”, al publicar las “graves denuncias de explotación a las que han sido y son sometidas muchas mujeres consagradas”.
El fenómeno esta radicado dentro mismo del Vaticano. “Ya no podíamos guardar silencio: la confianza que tantas mujeres habían depositado en nosotras se habría visto gravemente herida”, explica la responsable de la revista.
Quizás la valentía de la legendaria denuncia de monjas convertidas en personal de servicio doméstico por tantos altos prelados, que armó un gran revuelo en el Vaticano y un sordo rencor contra Scarafía y las otras colaboradoras, ayuda a comprender por qué ahora “una iniciativa vital se reduce al silencio”.
Lucetta escribe en su último editorial que “volvemos a la costumbre anticuada y árida de elegir desde arriba, bajo el control directo del hombre, a mujeres consideradas confiables”.
La renuncia colectiva, con el escándalo consecuente, es el resultado del vaciamiento de las tensiones culturales que el mensuario de las mujeres había logrado difundir en los ambientes católicos.
En diciembre, imprevistamente fue sustituido el muy buen director del Osservatore, Giovanni María Vian, que había lanzado el proyecto del suplemento femenino bajo la dirección de Scarafía. Vian lo había decidido ante un pedido de Benedicto XVI, el ex cardenal alemán Joseph Ratzinger, quién le indicó la necesidad de abrir las páginas del diario vaticano a la colaboración de las mujeres. Era una revolución, un año y medio antes de la renuncia de Ratzinger que catapultó al papado al argentino Jorge Bergoglio.
Nunca hubo explicaciones claras de por qué Vian fue expulsado del cargo aunque se la disfrazó de una renuncia en realidad forzada por la voluntad papal.
El reemplazo por el profesor de religión Andrea Monda reflejaba un cambio en profundidad. Francisco había sido convencido de la necesidad de un nuevo equipo en la Secretaría de Comunicaciones. La entrada que más impresionó fue la de Andrea Tornielli, uno de los más influyentes vaticanistas, confidente del Papa, director del sitio Vatican Insider del diario La Stampa. Bergoglio lo nombró responsable editorial de la secretaría de Comunicaciones, encargado de bajar la línea pontificia a todos los medios vaticanos.
El nuevo prefecto Paolo Ruffini precedió la renuncia de los portavoces Greg Burke, norteamericano, y Paloma García Ovejero, española, cuya salida conmovió a los vaticanistas, que los apreciaban.
La liquidación de la experiencia feminista en el suplemento para la mujer sobreviene y tal vez completa una operación de alto vuelo. El Secretario de Estado, “primer ministro” de Francisco, cardenal Pietro Parolin, pierde poder. Los baluartes del Osservatore y la Sala de Prensa ya no dependen de su estructura: han caído bajo el control del dicasterio de las Comunicaciones, en manos de un grupo de personajes fieles a Jorge Bergoglio. La difusión de la figura e ideas del Papa ocupan ahora el centro del escenario más que nunca.
El epílogo da la palabra al nuevo director del Osservatore Romano, Andrea Monda, quien asegura que siempre “evitó de intervenir en el suplemento femenino”, que continuará saliendo. Pero una época luminosa en un ambiente totalmente dominado por los hombres, ha concluido. Y costará muy caro en términos de prestigio.
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