Una familia lleva 6 años tratando de recuperar una parcela.
Dos historias increíbles, que más se asemejan al guión de una película de terror, ocurrieron en dos cementerios de Rosario de la Frontera, en los que usurparon y profanaron tumbas para colocar personas desconocidas por sus propietarios.
Lo más grave del caso es que hay denuncias judiciales en marcha y presentaciones realizadas ante la Municipalidad, pero desde la comuna no hacen nada para solucionar las irregulares situaciones.
Una de las historias corresponde a la familia de la docente jubilada, Lidia Suárez, quien comentó que en 1997, adquirieron tres parcelas en el cementerio Parque Las Rosas, que es municipal. «En ese momento el municipio nos otorgó los títulos y números a nombre mío y de mis hermanos Antonio Manuel Suárez y María Luisa Suárez. Pero cuando quisimos trasladar a esos lugares los cuerpos de nuestros padres las tres estaban ocupadas por otros difuntos», comentó Lidia a El Tribuno.
La mujer detalló que en ese momento hicieron una denuncia penal y luego llegaron a un acuerdo con la Municipalidad y por eso les otorgaron tres parcelas en otro lugar, cuyos números son 7, 8 y 9 de la Sección A, manzana 5, mediante resolución N§ 54/09 de fecha 20 de enero de 2009, Escritura N§ 0341-0342-0343.
Esta es la otra tumba profanada donde no dejaron ni la lápida.
«Luego se generó otro problema porque cuando fuimos a pagar el mantenimiento de esas muevas parcelas nos dimos con que uno de los lotes ya había sido ocupado también. El municipio lo había donado a una familia de apellido Guantay en el 2012, algo que es claramente ilegal», manifestó indignada la jubilada.
La segunda denuncia
Suárez agregó que en ese momento tuvieron que hacer otra denuncia penal, a la que los asesores de la comuna no se dignaban a responder ante la Justicia.
«El mes pasado hablamos con el asesor legal de la Municipalidad y nos dijo que al muerto no lo pueden sacar. Entonces nos ofreció otro lote, pero al lado de una cámara séptica de cloacas, lo que para nosotros es inadmisible y no lo vamos a aceptar», dijo Lidia Suárez.
La mujer reclamó que le devuelvan el lote que le corresponde y que, increíblemente, fue donado por la comuna, sin autorización de su legítima propietaria, a terceros desconocidos.
«Llevamos seis años con este problema. El caso está judicializado y la causa está radicada en un juzgado de Metán. Vamos a seguir luchando hasta encontrar una solución que nos satisfaga. Me siento mal porque nos usurparon los lotes. Dos veces nos hicieron lo mismo», indicó la mujer.
Lo terrible es que la hermana de la jubilada, María Luisa, falleció en julio pasado. «Luchamos mucho por esto, mi hermana se murió y todavía no tenemos una respuesta positiva. Por eso pedimos a la comuna y a la Justicia que nos den una solución», remarcó.
La jubilada dijo que esto sucede porque no hay control ni buena gestión de los cementerios rosarinos. «Estas cosas no pueden ocurrir. No puedo dormir por el dolor que siento por errores que cometen otros con un lugar santo», concluyó.
Profanación
En el mes de diciembre del 2017, una propietaria de una tumba del Cementerio Central Municipal de Rosario de la Frontera fue a visitar a sus difuntos, familia compuesta por tres generaciones y, al llegar, se encontró con la terrible novedad que su tumba, había sido profanada.
La damnificada relató que inmediatamente se dirigió a ver al encargado del lugar, para preguntar qué había sucedido, y se dio con que el usurpador había falsificado documentación, alegando que era su tumba.
Lo peor del caso es que su tumba sigue usurpada, y rota, ya que jamás repararon los daños de la misma. Agravando todo esto, el usurpador, cada vez que se encontraba y se encuentra en la calle a la propietaria, le hace gestos de amenaza, con total impunidad, y el cuerpo de un desconocido sigue allí, como si nada.
Se viene otro juicio
Nadie se hizo cargo de dar una explicaciones a la mujer acerca de lo que pasó, por lo que la propietaria, cansada de esperar alguna respuesta, presentó una nota ante el Municipio y no descarta iniciar acciones legales al usurpador por los daños causados, tanto psicológicos como de infraestructura y el más grave, el de profanación.
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