Las renuncias de miembros de la institución harían peligrar la continuidad del galardón.
Toda buena novela de misterio requiere de un buen villano. Verosímil, malvado, inteligente y, por supuesto, perseverante en sus fines. No recuerdo quién lo dijo, o si la literatura juega al entredicho con lo real, pero en Estocolmo están empeñados en comprobar tal fórmula. Por tanto, comencemos con el nombre de quien se perfila como tal. Se trata del fotógrafo, y gestor cultural, Jean-Claude Arnault. ¿Cómo un francés se convirtió en la piedra en el zapato del mismísimo rey de Suecia? Ajusten los cinturones de seguridad, desde la Corte de Luis XVI que el chisme no tomaba tanta forma de castigo, en este caso, como guillotina cultural.
En una entrevista de 2007, Arnault se adjudica cierta autobiografía: a fines de la década del ’60 llega a Estocolmo para estudiar fotografía con Christer Strömholm, y de allí dirigió cine, teatro y ópera. También que en la década siguiente conoció a la que sería su esposa, Katarina Frostenson, hoy miembro de la Academia sueca en el sector que elige al Nobel de literatura. El martes pasado se alejaron de dicha función tres académicos: Klas Östergren, Kjell Espmark y Peter Englund. El abandono del cargo es en disidencia porque el comité no expulsó a Frostenson y, por el contrario, le dieron su apoyo. Es decir, existen dos sectores en pugna, una división tajante entre quienes deciden la corona más valiosa de la literatura. Veamos por qué.
Durante diciembre de 2017, en el diario sueco Daqens Nyheter, se publicaron no menos de 18 denuncias anónimas sobre todo tipo de abusos contra jóvenes escritoras, colegas, incluyendo una violación, señalando como perpetrador al mismísimo Arnault. Dichos sucesos ocurrieron en la sede de Forum, su galería-sótano en Estocolmo (especie de centro cultural), como en departamentos de la Academia sueca en París y otros lugares de Europa. El escándalo también remitía a la financiación: Forum recibió durante años subsidios del estado sueco y de la institución de la que forma parte la esposa de Arnault. Ante las denuncias, de inmediato cesaron estas ayudas económicas y la Academia contrató a un estudio de abogados para que investigara el caso. Las conclusiones de la investigación trascendieron a un tabloide londinense confirmando la sociedad con su esposa en Forum y algo peor: la filtración de quién sería el ganador del premio Nobel de literatura, al menos en los casos de Wislawa Szymborska (1996), Elfriede Jelinek (2004), Harold Pinter (2005), Jean-Marie Gustave Le Clézio (2008), Patrick Modiano (2014), Svetlana Alexievich (2015) y Bob Dylan (2016). Con las cartas sobre la mesa, distintas fuentes señalan que el fotógrafo presumía abiertamente sobre su gestión para que premien a sus compatriotas Lé Clezio y Modiano.
Una pregunta bien argentina al respecto sería: ¿cuánto dinero ganó Arnault por manejar tal información clasificada? La prensa internacional recuerda el cierre de las casas de apuestas mucho antes del premio de 2008, sospechaban del caudal de apuestas a favor de Le Clézio. ¿Y si Arnault apostó a ganador todos estos años? Y lo peor, ¿y si Arnault realmente era un gestor del premio a favor de determinado autor? ¿Cuánto cobraba por ello? ¿Contó con la complicidad de la mayoría de los colegas de su esposa que el martes pasado votó a favor de su permanencia en el cargo? ¿Ella es cómplice? Y por último, ¿el Nobel de Literatura fue manipulado al menos desde 1996 hasta hoy? “Los trapos sucios se limpian en casa”, parece ser la conclusión que acerca el rey de Suecia, Carlos XVI Gustavo, quien dejó trascender una posible modificación en los estatutos de la Academia para poder reemplazar a los miembros que renuncien a su puesto, ya que los mismos son vitalicios.
Es que el monarca no inspira confianza por su conducta en el pasado. En un artículo firmado por Carles Navarro y publicado hace casi un año en Vanity Fair se recuerda lo siguiente: “En 2010, el escritor Thomas Sjöberg publicaba El monarca reticente, una biografía no autorizada sobre Carlos Gustavo en el que se entrevistó con personas muy cercanas a la figura del rey. Estos aseguraron que el marido de Sylvia se divertía en clubes de alterne con las llamadas coffe-girls, coqueteaba con la mafia, participaba en orgías multitudinarias y había mantenido un romance con la cantante sueca del grupo Army of Lovers, Camilla Henemark. El libro, que agotó en un día los 20.000 ejemplares de la primera edición, contaba con pelos y señales las andanzas del ‘rey bueno’ en locales de los suburbios de Estocolmo. Uno de sus hombres de confianza era el exconvicto Mille Markovic, que aseguraba tener fotos comprometedoras del rey y cuyo cuerpo apareció muerto delante de su casa con varios disparos en la cabeza, era el encargado de buscar para el monarca la compañía de las mujeres más bellas del país.” Para la misma época trascendió que el suegro alemán del rey, Walther Sommerlath, padre de la azafata consorte, perteneció al partido nazi enriqueciéndose vilmente a costa de turbios negocios con las expropiaciones a judíos.
Entre un escándalo de la realeza y un real escándalo de la más prestigiosa institución que premia al conocimiento humano, ejemplar por excelencia, queda preguntarse por la literatura: qué será de ella. La respuesta es sencilla: la literatura existe en los libros, de los que tenemos la certeza que lo allí escrito no sufre modificación alguna, salvo censura o incendio. Pero la sospecha no se detiene porque el mismo mecanismo que quedó en evidencia respecto a la literatura puede tener su réplica en el área de las ciencias exactas, o en la medicina, o en la economía, o en el Premio Nobel de la Paz…
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