Se afianza la hipótesis de un ajuste de cuenta vinculado al narcotráfico.Para la Policía y la Justicia, el jefe de un clan boliviano ordenó el crimen.
Mientras los cinco sujetos continúan detenidos por el secuestro y homicidio del panadero Luis Alberto Nino, de 25 años de edad, y cuyo cuerpo fue localizado en una finca ubicada en la ladera de los cerros del oeste de Salvador Mazza, se conocieron otros datos relacionados con el crimen. Y a medida que más detalles descubren la Fiscalía y la Justicia sobre este caso, más sólida se hace la hipótesis de que el asesinato responde a una metodología propia de los ajustes de cuenta de las bandas delictivas dedicadas al tráfico de drogas según informo El Tribuno.
Los investigadores pudieron rearmar el rompecabezas que devino en la muerte de Nino, y comenzaron con los primeros movimientos de la víctima el miércoles 17 de mayo, día en que desapareció y que fue asesinado.
No regresó del trabajo
Nino había salido a las 3 de la mañana de su vivienda a repartir pan a bordo de un viejo auto Renault Clio que le proveía la misma panadería de la localidad fronteriza, en la que trabajaba desde hacía un tiempo. Él era ya conocido entre los clientes y tenía un recorrido preestablecido para la entrega de la mercadería.
Cerca del mediodía la dueña del comercio informó a los familiares que el muchacho no había regresado y que tampoco respondía su teléfono.
Prácticamente desde ese momento la Brigada de Investigaciones de Tartagal comenzó una búsqueda incesante que duró casi 12 días hasta que lograron localizar el cuerpo del joven enterrado en un pozo de 1,20 metros de profundidad, en una finca ubicada en las afueras de Profesor Salvador Mazza. El lugar es de uno de los detenidos por el crimen, un hombre con documento argentino de apellido Parada pero que sería oriundo de Bolivia.
Junto a él permanecen detenidos otros tres hombres y la pareja del dueño de la finca, una mujer que estaba en la casa del principal sospechoso cuando personal de la Brigada y de Drogas Peligrosas llegaron a la vivienda del barrio Nuevo, en Salvador Mazza.
Otro detalles
Vecinos de esta pareja habrían sido algunos de los testigos entrevistados por los investigadores. Ellos revelaron que el miércoles 17, durante las horas en que Nino desapareció, escucharon gritos que provenían de la casa de Parada pero que fueron acallados casi inmediatamente.
Paralelamente y al ser entrevistados por los investigadores, los familiares del panadero Nino revelaron que un sujeto de apellido Calvimonte lo había visitado en varias oportunidades; la noche antes de que Nino desapareciera había estado con el muchacho en la puerta de la casa, hablando durante una hora. Para los investigadores esta sería la persona que ofició de entregador de Nino.
Uno de los policías abocados a desentrañar lo que en un principio parecía un hecho difícil sobre el cual avanzar confió que «los pasadores (se sospecha que son al menos 10 argentinos encargados de trasladar un fuerte cargamento de droga desde Yacuiba por el paraje El Chorro) hicieron desaparecer un cargamento de 250 kilos de cocaína perteneciente a un clan narco de Yacuiba y cuyo jefe ordenó secuestrar a Calvimonte, uno de los pasadores que ahora está detenido. Este hombre, para salvar su vida, se habría comprometido ante el jefe narco boliviano, que sería de apellido Burgos, a descubrir dónde estaba la droga que habían pasado en cargamentos más pequeños y había sido acopiada en Salvador Mazza».
Pedido mortal
Según narró este investigador «Calvimonte para cumplirle su promesa al narco de Yacuiba pero sobre todo para salvar su vida, le venía pidiendo a Nino hacía varias semanas que le preste dos kilos de cocaína porque las necesitaba urgente para hacer un negocio, a lo que el panadero se negaba sistemáticamente diciendo que no sabía nada de ese cargamento. Pero al parecer Calvimonte logró convencerlo; al recibir los dos ladrillos de cocaína fue directamente a lo del narco de Yacuiba. Allí, el clan comprobó que esos dos paquetes pertenecían al cargamento que los pasadores argentinos habían hecho desaparecer, aunque todavía no logramos descifrar en qué circunstancia ni con qué argumento», confió el investigador.
Con la certeza de que el muchacho sabía dónde estaba el resto del cargamento, «el narco boliviano ordenó que lo secuestraran, lo sometieran a una brutal golpiza para hacerlo confesar y luego lo asesinaran de una manera salvaje, propia de los que quieren que sirva de ejemplo y que nadie del mundo del hampa se atreva a hacer algo parecido».
Los investigadores de la Policía de Salta hicieron un trabajo que para la Justicia no tiene fisuras y que prácticamente tendría resuelto el caso. «Salvo algunos pocos detalles que faltan clarificar, el móvil y los autores del horrendo ajuste ya quedaron resueltos», afirmó una fuente vinculada a la causa.
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