Por Carlos Saravia Day
Ese deber ser que desde el siglo XVIII, inventor del progresismo, pretende operar mágicamente sobre la historia, de suerte que cuando se elabora el ideal social que debe sustituir al actual constitucionalismo se incluyen solamente mejoramientos éticos y jurídicos. El deber ser del moralista o del jurista solo es una verdad parcial, fragmentaria insuficiente dejando afuera cuestiones relevantes.
Todo el utopismo moderno es magia receptada por las constituciones. El fervor constitucionalista legiferante propio del siglo XVIII confunde lo deseable con lo realizable.
Así, la Constitución española de 1812 conocida como la pepa (por haber sido jurada el día de San José, que de allí derivó el dicho: “viva la pepa”) decretaba que todos los españoles son justos, libres, tolerantes y honrados (era un viva la pepa), hacen pensar en un deber ser diferido “ad kalendas griegas”, es decir nunca, ya que los griegos no tenían calendario y queda convertida en un recetario de ilusiones.
La crisis de la legitimidad democrática es una crisis de efectividad, de distancia entre deber ser y realidad en donde la democracia se ha ido deslizando hacia un modelo en el que lo jurídico ha sustituido a lo político, frente a esto poco ha sabido enseñar el derecho constitucional obsesionado por el cultivo de lo jurídico, ha querido ser en la jurisdicción constitucional el remedio de todos los males.
La revolución francesa entronizó en su divisa la igualdad, la libertad y la fraternidad y no conforme con ello, la ilusión se trasladó como por arte de magia a la constitución. De ahí en más la realidad con los hechos irreductibles y tercos son sustituidos por la realidad del papel, lo que hizo exclamar a Cristina (de Suecia): “El papel resiste todo”.
Primero fue el verbo dice el libro sagrado.
Después el alemán Goethe invierte la relación, primero fue “la acción”.
Cargando ...
Agregue un Comentario